sábado, 27 de agosto de 2011

el círculo de interpretación hermenéutica

Gadamer pudo sustituir los conceptos relevantes de la hermenéutica tradicional, “alétheia”, “iluminación”, “apertura”, “ser ahí” (en Dilthey, Heidegger), por conceptos temporal-ontológicos, de su teoría del "acontecer", tal como, el concepto de la "comprensión": como un “entrar en el acontecer de la tradición”, la “aplicación de la comprensión como una prosecución de la tradición”, el “círculo hermenéutico” como un “poner en juego los prejuicios” en el modo de la “fusión de horizontes”, y por último, lo reunió con el concepto de "acontecer": como “conciencia de la historia efectual”.

Comprender en el acontecer temporal significa para Gadamer que comprender no es comprender mejor, ni en el sentido objetivo de saber más en virtud de conceptos más claros, ni en el de la superioridad básica que posee lo consciente respecto de lo inconsciente de la producción. Bastaría decir que cuando se comprende, se comprende de modo diferente.

Nosotros en tanto que seres finitos e históricos comprendemos de facto el interpretandum en cada situación de modo diferente. Es decir: siempre de un modo diferente de como fue pensado. Este sería el comprender temporal de la “fusión de horizontes” para Gadamer, de ahí que la autoridad de la tradición cultural queda en entredicho. En Heidegger y Platón el desocultamiento del ser en el pasado se ve como destrucción o torsion de esa historia. Pero en Gadamer se ve como algo diferente.

Ello está en relación con el concepto de "comprensión" en la filosofía hermenéutica, concepto que hace posible la objetividad del mundo a través del sujeto y de su historia. Es como si el existencialismo de Kierkegaard y de Heidegger se fusionasen ahora con la fenomenología del objeto, de Kant y Husserl. Estas normas que se resumen en el a priori contingente de la facticidad, junto con la “precomprensión del mundo” y el “acuerdo” social son también siempre ya reconocidas por todo ser humano finito.

Esto es propio del discurso filosófico, las necesarias presuposiciones existenciales y de reglas, es decir, que no pueden negarse bajo pena de contradiccion performativa. Pertenecen a la “preestructura” del “cotidiano ser en el mundo” (del “mundo de la vida”) en el sentido de Heidegger y Gadamer (y de las “formas de vida” del último Wittgenstein). Pero sobre todo a lo que pertenecen, según la filosofía última de Karl O. Apel, es a la “preestructura” de esa reflexión sobre la “preestructura” de “cotidiano ser en el mundo”.

Sí, porque Wittgenstein habría tenido que dar alguna respuesta a la pregunta de cómo -es decir, en virtud de qué juego de lenguaje “sano”- le es posible a él mismo “curarnos” de los juegos de lenguaje filosóficos que “discurren en vacío”. O Heidegger no habría podido reducir la comprensión del mundo, a un “acontecimiento apropiador” (Ereignis) de la historia del ser. Tendría que dar la vuelta a su propio lenguaje. Ellos mismos estaban creando otra metafísica, aunque diferente.

Los juegos del lenguaje wittgeinsteiniano son un sentido originario de esa verdad, para Wittgenstein el “juego del lenguaje” sería el origen de la condición de posibilidad de la validez de un discurso. Y éstos a su vez son posibles solamente dentro de una “forma de vida”. Pero para Heidegger el origen del pensamiento no está en un juego linguístico, sino que está en el acontecimiento del tiempo, es decir, en el acontecimiento de la formación de la “diferencia”.

Para Wittgenstein los paradigmas “inconmensurables” de la ciencia y de su posible progreso aparecen como los juegos de lenguaje, en tanto que partes de “forma de vida”, y están entretejidos con “actividades” y con formas de interpretación del mundo válidas a priori.

En Wittgenstein, el concepto wittgensteiniano de “forma de vida” es el concepto de forma de vida orientada hacia un mejor entendimiento de lo que significa la "interpretación", que deberá comprenderse no sólo como fenómeno semántico, sino sobre todo como fenómeno "pragmático" perceptible en el contexto de una forma de vida determinada. “El análisis del lenguaje es el análisis de la forma de vida”, nos dice. “Así podemos entender nuestra vida, cuyos actos componen nuestra forma de vida”.

Una "forma de vida" es siempre de alguna manera y en cierta medida una materia común. Es específicamente una forma de vida. Un individuo no puede desarrollar por sí mismo una forma de vida completamente privada, una representación del mundo y un lenguaje propios. Haciéndolo se aislaría a sí mismo de la interacción social. Es el aspecto común de la forma de vida lo que hace que la comunicación -y a través de ella, la interacción- sea posible. Este concepto por eso lo que hace es confrontarnos con el de la posibilidad de la validez intersubjetiva de las normas, y por tanto de la racionalidad e intersubjetividad de las normas.

La hermenéutica lo que abre es una “precomprensión” determinada por principios, donde la “historia efectual” de tradiciones de autoridad o contenido normativo ante este recurso le obliga a apropiarse críticamente de una historia institucional en la que la razón práctica puede reconstruirse hacia el futuro. No se trata de un realismo ingenuo que no quiere obedecer o reconocer las normas, porque la realidad tiene colores, el color es una cosa que existe, más allá de lo percibido. No se trata de ver la realidad independientemente de lo percibido, sino de percibirla, yendo más allá, con la percepción y con la tradición. Ni se trata sólo de un positivismo tampoco, que se basa sólo en un procedimentalismo y no en cuanto a contenidos de la norma.

Esto es lo que el filósofo alemán Karl Otto Apel ha llamado el principio de "autoalcance de la reconstrucción" de la metafísica y, por ende, de la historia.

Y lo es también sobre las condiciones de posibilidad de la validez intersubjetiva de la comprensión o, en general, del conocimiento, las condiciones trascendentales de posibilidad del comprender válido o no válido; pero no de todo intento humano de comprender.

Ciertamente mediante el análisis de ejemplos se puede oponer un eficaz correctivo a los prejuicios apriorísticos y las generalizaciones precipitadas de la filosofía sistemática.

Pero la pretensión específica de validez de toda proposición filosófica también de las proposiciones en que se sustenta la crítica del lenguaje o del sentido, en sí mismas no son verificables. Pertenecen a la prerreflexión del lenguaje. Ni siquiera pertenecen a una intuición o a un lenguaje pre-racional como se ha dicho, aunque pueda sostenerse así de alguna manera para entendernos. Esto es un criterio último tradicional, prerracional, es decir, de una Ética religiosa, ni se lo puede resolver en el sentido de Weber o de Popper, mediante una combinación de investigación racional de las consecuencias, despojadas de valoraciones, y una decisión valorativa irracional.

Volvamos a Heideger, para volver a ver este elemento originario en esa metáfora, que él llama iluminación, o elemento desocultador, como una vía de acceso:

El relativismo diacrónico que surge inmediatamente de la “iluminación” epocal del mundo en Heidegger, surge de la reinterpretación radicalizadora que, desde la historia del ser, sufre el concepto, relativo al “ser ahí”, de verdad como “apertura”. Estos dos grandes filósofos, tanto Heidegger como Wittgenstein, son los dos grandes destructores de la metafísica occidental o autosupresores de la filosofía, porque ésta se inventa en el vacío. No obstante, esto parece una aporía de la metafísica porque ellos mismos vuelven a construir otro lenguaje parecido. El concepto de iluminación del mundo de ocultamiento desocultador (a-létheia) podía servir como un “concepto de verdad originario” pero no obstante Heidegger lo que reconoce es que debe ser adecuado con algo previamente, y que en todo caso lo que hace este concepto es que pone en “libertad” una dimensión que precede sistemáticamente al concepto tradicional de verdad, puesto que se trata de una condición de posibilidad de los juicios o enunciados adecuados e inadecuados sobre lo ente. Pues bien las condiciones de posibilidad intersubjetiva también dependen de aquí. Lo asombroso de todo esto es que el logos pueda pensarse a sí mismo, seguimos creyendo también aquí. Que las mismas condiciones de posibilidad puedan pensarse, lo cual introduce un pensamiento autorreflexivo originario también, aunque esto vendrá después y se discutirá en la filosofia crítica de Apel y Habermas.

Con frecuencia se considera que esta caracterización -de la iluminación epocal de Heidegger- es una tergiversación, una consecuencia de un pensamiento que sigue siendo él mismo metafísico, que no entiende todavía adecuadamente el nuevo punto de vista “más allá del relativismo y del objetivismo”. Antes bien la iluminación de Heidegger se puede entender como una apertura lingüísitica del mundo que libera originariamente el horizonte de sentido para las posibles preguntas de la ciencia y los juicios adecuados o inadecuados. Y se hace patente la convergencia entre el modo de mirar hermenéutico-lingüístico de Heidegger y el analítico de los juegos de lenguaje de Wittgenstein.

Debe influir también el concepto de "autopóieses" de los sistemas vivos y organismos, que tienden a reproducirse a sí mismos, como dicen Marutana entre otros, es la condición de existencia de los seres vivos en la continua producción de sí mismos. De esta forma hay una tendencia a pensar que siempre será lo mismo, que no puede cambiar, que se regenera y en parte así se sostienen los sistemas de legitimación y definición dogmáticas de muchos cuerpos del saber.

Y por otra parte, está lo que dice el mismo Kuhn, descubridor de los paradigmas científicos y de sus cambios y revoluciones, él mismo hacia la madurez de sus estudios abandona casi por completo el discurso acerca de los paradigmas, y restringe el concepto de revolución científica al de un proceso de especiación y especialización por el cual una disciplina científica va acotando los márgenes de su objeto de estudio, alejándose de los horizontes de otras especialidades. En este último sentido, como una forma de holismo restringido que afecta las distintas ramas del desarrollo científico, reaparece el concepto de inconmensurabilidad teórica, el único que Kuhn parece haber mantenido incólume hasta el final de sus días.

1 comentario:

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