domingo, 28 de agosto de 2011

intuición y evidencia racional

Aquí se ve que esta diferencia innegable entre aprehensión primordial y evidencia no es una contraposición. Es algo distinto: es una oquedad. Y esta oquedad no desaparecerá jamás. La intelección más evidente del planeta no logrará jamás abolir la oquedad. Una oquedad “colmada” es siempre y sólo una “oquedad” colmada. (En realidad, estas palabras pertenecían a Zubiri, pero entrelazándolas iba avanzando el propio pensamiento). La intuición es rica ciertamente pero no en conocimiento sino en problemas. Por ello sería la razón y sólo la razón, la que ha de resolver los problemas que la intuición plantea. La aparente riqueza de la intuición sería por tanto una interna pobreza. Es la concepción que culmina en Leibniz y Hegel. Pero ¿es esto así? La riqueza de la intuición escapa siempre a una estricta evidencia racional. Más aún, cuando esta evidencia parece plegarse totalmente a lo intuido y absorberlo en ella, en rigor la irreductible individualidad misma de lo intuido es un límite inaccesible a toda evidencia. La intelección de lo real intuido jamás se vaciará exhaustivamente en evidencia. Una evidencia puede ser todo lo exhaustiva que se quiera, pero será siempre y sólo evidencia: visión de lo que la realidad exige; pero no será jamás la visión primogenia de la realidad. Es una diferencia imborrable. Un círculo geométrico, se nos dice, es “perfecto”. Los círculos reales son en cambio “imperfectos”. Pero imperfectos ¿respecto de qué? Naturalmente, respecto del círculo geométrico. Pero respecto de la realidad la situación se invierte. Respecto de lo real, lo imperfecto es el círculo geométrico. Sólo sería perfecto el concepto (si pudiéramos lograrlo) de la configuración de lo real, un concepto aunque no sea más que aproximado a la geometría, cuestión completamente accesoria para el concepto de la realidad así configurado. Esta es la riqueza de lo intuido. Pensar que a fuerza de determinaciones conceptuales evidentes llegaríamos a aprehender totalmente lo real intuido mediante predicados infinitos, es la gran ilusión de todo racionalismo especialmente de Leibniz.

La evidencia racional es sólo intuición empobrecida. No necesito insistir más en estas diferencias sobradamente conocidas; baste recordar por ejemplo a Bergson. Pero la intuición ¿es pura y simplemente más rica que la evidencia? No lo pienso. Porque lo propio de la evidencia no es el trazado de fronteras, ese trazado que se ha llamado precisión. El rigor no es la precisión, sino que la precisión es a lo sumo una forma de rigor. El rigor propio de la evidencia no es precisión sino exactitud: intelección constrictivamente exigida por lo real. La evidencia será y es más pobre que el contenido de lo intuido. Pero es inmensamente superior en exactitud. La intuición más rica jamás constituirá la mínima exactitud que necesita la intelección de una cosa “entre” otras. Por tanto, la intelección ha de ser rica pero también exacta. La evidencia racional no es una intuición cercenada ni empobrecida sino una intuición expandida, que no es lo mismo.

Esta inscripción no concierne al contenido sino a la formalidad misma de realidad, la cual nos está dada en aprehensión primordial y sólo en ella. Ahora bien, esta inscripción está exigida por la aprehensión primordial misma. La intuición más rica del mundo jamás nos dará a nosotros hombres, todo lo que lo intuido es en realidad. Para ello hace falta además la aprehensión diferencial. La cosa real inteligida no es sólo un sistema de notas sino también un sistema de exigencias. Y el término formal de la evidencia es discriminación de exigencias, no distinción de notas. Cada cosa y cada aspecto de ella tiene sus propias exigencias articuladas de un modo sumamente preciso. Al ser discriminante de exigencias, la evidencia queda contenida en los límites estrictos de lo exigido. Y en esta contricción es en lo que consiste la exactitud: es el rigor exigido por la realidad.

"Primeramente el concepto no es lo único que se opone a lo que en esta filosofía se llama intuición: hay también perceptos y fictos que son modos de simple aprehensión. Por tanto la primera inexactitud del racionalismo clásico es que se habla de conceptos cuando habría que hablar de simples aprehensiones. El intuicionismo contrapone el conocimiento de lo real por intuición. Intuición puede significar la intelección instantánea de algo tal como si se lo tuviera a la vista. Lo opuesto a la intuición sería el concepto y el discurso. La intuición ha de determinarse no por su objeto sino por el modo de intelección. Como lo concebido es abstracto y universal, suele decirse que el objeto de la intuición es siempre algo singular, es una singulum; así Ockham y Kant. Sólo un singulum, se piensa, puede estar presente inmediatamente, directamente y unitariamente. Pero para Platón, Leibniz y Husserl habría una intuición de lo no singular (Idea, lo categorial, etc.). No tenemos por qué entrar en este problema, pero su existencia nos manifiesta bien claramente que la intuición ha de conceptuarse no por su objeto sino por el modo de presencia de su objeto, tanto más cuanto que aunque fuera verdad que sólo lo singular es intuible, esto no significaría que todo lo singular sea forzosamente intuible. Intuición es un modo de presencia del objeto. La intuición es la presencia inmediata, directa y unitaria de algo real a la intelección. ..." 

Hasta aquí teníamos la definición de intuición que habíamos extraído del libro de Zubiri "Inteligencia y Logos".

¿Intuición o razón? No hay ni dos aprehensiones ni dos fuentes de conocimiento, ni por tanto dos principios de conocimiento; solamente hay dos momentos (contenido y formalidad) de una sola aprehensión, de una sola intelección sentiente.

Esta unidad se desdobla en dos intelecciones tan sólo cuando lo que se intelige es una cosa real “entre” otras. Entonces intuición es sólo aprehensión primordial de realidad, y concepto es también un modo de intelección, la intelección medial de realidad. No son sino dos modos de actualización de una misma realidad. Entre estos dos modos hay una unidad: no es “unidad de síntesis” sino “unidad de despliegue”. Este despliegue es lo que constituye el “ex” de la “e-videncia”. Contra lo que Kant pretende, no es el concepto lo que hace vidente a la intuición, sino la intuición la que hace vidente al concepto. Y a su vez, el concepto no es una mera referencia al objeto, sino a la realidad aprehendida en intuición, retraída y desplegada en forma de “sería”. Todo conocimiento es una elaboración de esta primaria intelección sentiente.

En definitiva: intuición y concepto remiten a aprehensión primordial y a evidencia. Su diferencia no se halla en ser dos fuentes de conocimiento, sino en ser dos modos de actualización de lo real en un acto de aprehensión noérgica. En esta aprehensión, la evidencia y por tanto el concepto, no se halla en unidad sintética con la intuición (Kant) sino en unidad de despliegue. La intelección de lo real en este despliegue es la afirmación. Se halla determinada por la evidencia como momento exigencial. El concepto es intuición exacta: la intuición es exigencia de concepto, esto es, de despliegue.

Creo que es necesario hacer esta aclaración filosófica, que está basada en textos de Zubiri, que critica una ya tradicional disputa entre el intuicionismo y el racionalismo. Sería interesante leer todo lo que tiene escrito en “Inteligencia y logos”, cómo habla de que no hay intuición y razón sino aprehensión primordial y evidencia, esto es lo que se opone, pero sólo como formalidad o modo de actualización de lo real. Por otra parte, reconoce que la evidencia siempre presenta una oquedad y no es tan rica como la intuición, pero aún así tiene un rigor y una exigencia de realidad que le falta a la intuición; y por eso él prefiere la realidad desplegada en evidencia y en afirmación, pero no porque se oponga sino porque la complementa exigitivamente, y por tanto se puede construir la realidad de un modo mejor.

Cuántas veces nos hemos dejado llevar por la intuición y sin embargo se ha frustrado la realidad, ¿cuántas? que me lo digan a mí. Pues eso señor Punset -le dijo exasperada Diotima a uno de sus contertulios blogueros más distinguidos-. -Perdone que siga con la idea -le dijo ella excusándose-: Racional no significa que lo real actualizado tenga la estructura interna de algo conceptual. Racional no es sinónimo de conceptual: fue el error de Hegel: Para Hegel todo lo real es racional, y para él racional significa que todo tiene estructura de razón especulativa, esto es, estructura de concepto. Esto es quimérico. Porque racional no significa conceptual sino inteligido en actualidad pensante. Y esta intelección no es forzosamente la intelección lógica del concepto. La razón puede actualizar pensantemente lo real en formas no conceptivas. Más aún, puede actualizar lo real como siendo superior a toda intelección racional. (Y esto es lo que comúnmente usted hace o está haciendo, pero desde luego no tiene que ser una regla).

Esto era lo que decía Eduard Punset en su blog: "La intuición es una fuente de conocimiento tan válida como la razón; solo cuando se dispone de toda la información y de todo el tiempo para analizarla, se puede recurrir a la razón. Los jóvenes han nacido después de la revolución neurológica y utilizan la primera sin remordimiento, al contrario de los mayores todavía enfrascados en querer descifrar lo que sugieren sus neuronas."


Sobre la intuición también añadiría algo más que habíamos leído en Elsa Punset: "Las personas que conocen y confían naturalmente en sus sentimientos o saben que estos son una guía infalible para elegir y desechar los distintos elementos que componen sus vidas. Para quienes no han perdido la confianza natural en sus sentimientos, la fidelidad al propio ser en momentos revueltos de cambio y dificultades ofrece una brújula y facilita la resolución de problemas en una dirección coherente. La intuición, su capacidad instintiva para elegir nuestro camino, es una guía muy segura cuando está anclada en patrones emocionales sanos y acordes con nuestra forma de ser y de sentir. Mantener los ojos fijos en una visión -una persona, una forma de vida, unas prioridades meridianas- significa poder avanzar hacia la vida que deseamos y que encaja mejor con nuestro potencial. Si por el contrario nuestro ser emocional está cargado de normas inflexibles, ya no hablamos de intuición sino de habituación y etiquetaje. Estos describen el mundo de acuerdo a una serie de prejuicios que nos llevan de forma automática por un camino inflexible. Transformamos así la herramienta de la intuición en una rígida estructura que reacciona en milésimas de segundos, cargando a la persona con decisiones y prejuicios automáticos y dañinos. La peor cárcel puede ser otra forma rígida de juzgar el mundo, que nos impide percibir nuestras propias necesidades. Para desarrollar la intuición es necesario estar a la escucha, ralentizando el ritmo cuando sea necesario para reconectar con las necesidades y prioridades reales de cada uno".

"El psicólogo Jean Piaget aseguraba que empezamos la vida siendo niños intuitivos y que nos convertimos en adultos analíticos. Otros investigadores proponen en cambio que el estilo analítico es dominante durante la infancia y la adolescencia. Con la madurez y la experiencia el pensamiento intuitivo es cada vez más prominente. Tomamos decisiones al margen de los detalles anecdóticos que podrían distraer y filtramos los datos a través de nuestra experiencia, nuestras emociones, nuestros valores y otros factores. Así la tendencia a tomar decisiones de forma intuitiva crecería con la edad".

"Las emociones choque y las emociones contemplación.- Las emociones-choque se generan con los estímulos presentes en las discotecas, las atracciones de ferias, los juegos de videoconsola, la crudeza de los reality shows… Producen emociones efímeras y dopantes y matan la sensibilidad. Un adolescente que mira la televisión una media de tres horas al día -una medida habitual en Europa- habrá visto 40.000 asesinatos y 3.000 agresiones sexuales. Como no es capaz de asimilar tanta gresividad desconecta, se torna más pasivo y disminuye su capacidad de sentir empatía por la realidad que lo rodea. Las emociones-contemplación en cambio se generan escuchando un concierto, leyendo poesía, meditando, soñando, en contacto con la naturaleza, a través del deleite estético… su cultivo produce sentimientos y vivencias internas que son recuperables cuando se las necesita. Son la base de una auténtica educación emocional. Sin embargo cada día resulta más difícil educar para las emociones-contemplación, en parte porque presuponen tiempo y dedicación (exigen ralentizar el ritmo) y porque su disfrute requiere una sensibilidad y una capacidad de abstracción que a menudo está embotada por el consumo masivo de emociones-choque. Este tipo de emociones choque son muy corrientes en nuestra sociedad, se basa sobre el impacto violento, que genera sensaciones inmediatas por su crudeza o porque el estímulo se suministra con una repetición adictiva. Este tipo de emociones-choque no requieren un esfuerzo por parte del espectador, que se somete pasivamente a estímulos de rápida recompensa. Las emociones-contemplación, en cambio, requieren una interacción activa y personal entre el estímulo y la persona que lo recibe, y conforman un bagaje cultural y estético para el que las disfruta." (Elsa Punset, Brújula para navegantes emocionales).

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