lunes, 24 de enero de 2011

de la vulnerabilidad psíquica ante el poder y la mala conciencia

Para destacar que los abusos de poder son reales, y no una creación o fantasía del sujeto, a menudo se proyecta el poder como algo inequívocamente externo al sujeto, algo que le es impuesto contra su voluntad. Pero si la producción misma del sujeto y la formación de su voluntad son consecuencia de una subordinación primaria, entonces es inevitable que el sujeto sea vulnerable a un poder que no ha creado. Esta vulnerabilidad permite definir el sujeto como un tipo de ser explotable. Si nos hemos de oponer a los abusos de poder (lo cual no significa oponerse al poder mismo), antes debemos determinar en qué consiste nuestra vulnerabilidad ante ellos.

¿Cómo es posible que el sujeto sea un tipo de ser al que se puede explotar, el cual, en virtud de su propia formación, es vulnerable a la subyugación?

Obligado a buscar el reconocimiento de su propia existencia en categorías, términos y nombres que no ha creado, el sujeto busca los signos de su existencia fuera de sí, en un discurso que es al mismo tiempo dominante e indiferente. Las categorías sociales conllevan simultáneamente subordinación y existencia. En otras palabras, dentro del sometimiento el precio de la existencia es la subordinación.

Estas ideas pertenecen a la filósofa americana de la universidad de Berkeley Judith Butler, que se ha preocupado de estudiar los mecanismos psíquicos de poder. Claro ella deriva el tema del fenómeno psiquico de la formación del sujeto también al fenómeno social, y lo religa con autores como Freud, Nietzsche y Hegel, que hasta cierto punto hablan en el sujeto de la formación de una “mala conciencia”.

La “conciencia desventurada” de Hegel y el “hombre de conciencia moralizado” de Nietzsche, y éste en La genealogía de la moral dice: “Este instinto de libertad que ha sido hecho latente por obra de la violencia… este instinto de la libertad reprimido, al que se hizo pasar a un segundo plano, encarcelado en el interior y que al final sólo se descarga y desata ya sobre sí mismo: esto y sólo esto es en su comienzo la mala conciencia”.

Freud y Nietzsche explican la fabricación de la conciencia como efecto de una prohibición internalizada (con lo cual definen la “prohibición” como no sólo privativa, sino también productiva), la pulsión que se vuelve sobre sí misma se convierte en condición catalizadora de la formación del sujeto, produce un hábito psíquico de autocensura que con el paso del tiempo se consolida como conciencia.

Pero es más interesante por el tema actual que nos ocupa de la inmoburbuja, referir el tema al fenómeno psíquico de la norma, y de las categorizaciones sociales que determinan la vulnerabilidad del sujeto ante el lenguaje, porque ellas mismas son vulnerables al cambio histórico también.

Sin embargo, la “asunción” del poder no es un proceso sencillo, puesto que el poder no se reproduce de manera mecánica al ser asumido. Por el contrario, al ser asumido corre el riesgo de asumir una forma y una dirección distintas, si las condiciones del poder no producen unilateralmente a los sujetos.

Las normas rigen también la formación del sujeto y circunscriben el ámbito de la socialidad vivible. Parece un camino más insidioso que la coerción explícita, sin embargo, al ser algo psíquico, la norma no se limita a restituir el poder social, sino que se vuelve formativa y vulnerable de modo altamente específico.

Y eso es lo que está pasando justo ahora que las normas o categorías sociales son ellas mismas las que se han vuelto vulnerables. Y en conclusión podemos decir que la conciencia exacerbada o de autocensura salta. Pero es algo que está condicionado por el sometimiento psíquico y la conciencia, y es muy difícil de mover, a veces se muestra como una especie de autocastigo. Yo creo que hay que entender el mundo de la normatividad, la autonomía se halla siempre condicionada por las normas y en parte debe su sentido a las normas para su existencia, o como condición de existencia. Uno es vulnerable ante unas condiciones que no ha establecido, y se instituye una subordinación primaria, pero ello le permite tener existencia social. Por eso el análisis de la sujeción es siempre doble, porque rastrea las condiciones de formación del sujeto y el volverse también contra ellas que posibilita la emergencia del sujeto y de su perspectiva.

El sujeto está obligado a repetir las normas que lo han producido, pero esa repetición crea un ámbito de riesgo porque si no consigue restituir las normas “correctamente”, se verá sujeto a sanciones posteriores y sentirá amenazadas las condiciones imperantes de su existencia.

La contradicción a veces se manifiesta en que el análisis del sujeto y de su realidad está fuera de la norma, no la contempla internalizada en el propio sujeto, del que siempre muestra su mala conciencia; otra cosa es que salte la conciencia evidente de que esto no puede seguir de la misma forma.

Judith Butler, Mecanismos psíquicos de poder, 1997.

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