lunes, 24 de enero de 2011

la explotación del pequeño propietario por el pequeño propietario

Esto me parece la explotación del pequeño propietario por el pequeño propietario.

El desarrollo hacia formas progresivamente elaboradas de la propiedad (con el instrumental lógico de los juristas, inteligentes copistas del Derecho romano) se manifestó igualmente a escala de las funciones reconocidas como más nobles (funciones declaradas no serviles, dignas del hombre libre de la antigüedad), especialmente las que rodean a la omnipotencia, primero la Iglesia, luego el Estado monárquico.

De este modo el beneficio eclesiástico, gratificación del titular de la función clerical, propuso su modelo a los innumerables “oficios” del Antiguo Régimen, en el interior de las cuales se esbozaba la reivindicación antiseñorial del campesinado.

Por esta escalera ha descendido el funcionario tipo, que finalmente es tan sólo un pequeño propietario, de la misma raza que el rural, un verdadero kúlak, un hombre que sabe encarnar la cosa que posee, su derecho, su bien. Sobre todo su espacio histórico, la institución trazaba con ello su observancia.
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Lo que yo me propongo aquí es denunciar nada menos que a la “institución”, desenmascararla. Porque si pudiéramos con ella, podríamos desentrañar todos lo vicios de una clase social, que espera que otras clases trabajen por ella. Esto es lo que es de idiotas.

Y podemos estar aquí hablando de números sin entender nada.

Pero esto no es una invención de idiotas, las modernas técnicas del derecho administrativo, los seres humanos encuentran también aquí su liberación y emancipación en el mundo moral, y el ser humano busca la autodeterminación, la ilustración y el esclarecimiento. Este es el mito regulador del moderno Estado liberal y burgués.

Pero este discurso de los juristas en el Estado liberal y burgués sustrajo metódicamente la otra realidad.

La que analizamos aquí, la del pequeño propietario, que compra una vivienda y que ostenta derechos individuales. Aquí se da cuenta de los beneficios de una Felicidad de una sociedad de conjunto, frente a la ocultación de un salvajismo, que es una forma de desarrollismo febril y autómata.

Podemos juzgar la importancia política de las variadas formas que pudo tomar el espíritu propietario bajo sus formas jurídicas desde la época miedeval.
El estilo feudal de la propiedad contribuyó a definir el sujetamiento hereditario del campesino en la edad precapitalista, escamoteando progresivamente la servidumbre, paulatinamente modificada en una seguridad fijada en derechos referentes a la tierra.

El tema de la vivienda está muy ligado por eso también al de la propiedad de los cargos y al de la jerarquía de poder.

El burgués liberal, el auténtico señor, es el producto de una doble conquista, dice que toma el lugar del Padre, magnificado por los rasgos de los dos enemigos simbólicamente vencidos, el sacerdote y el aristócrata.

Incluso la sociología -considerada destructora de todo- no se ha atrevido a aventurarse demasiado lejos. La rutina, el papeleo es en realidad una simplicidad lógica, un ritual arcaico. La pomposidad del decreto reglamentario no es una invención de idiotas, sino un ceremonial eficaz para mantener la sumisión.

Todos estos temas han sido siempre escamoteados por la ciencia del poder, entre ellas la económica, diseñada para mantener las técnicas de sujeción legitimadas por la institución.

Y la función de un derecho del Estado que debiera ser la de mantener la igualdad paradójicamente no impide una implacable guerra civil que tiene por función mantener las fronteras entre las castas, las familias, las clientelas. La prueba está en el juego táctico de las oligarquías, en la forma como se aseguran sus clientelas. Se permite que los jefes discutan sus puestos pero en realidad hay una regla de vigilancia que permite la explotación de los débiles por los débiles que es lo que está pasando.

Por eso no nos damos cuenta de las diferencias de una forma evidente. Pensemos, empecemos a pensar en un proyecto común, y me atrevería a decir a nivel mundial. Porque en las modernas técnicas económicas ahí está la clave para desarrollar el progreso y ese inmenso avance que ha traído también estas modernas técnicas, para producir la separación de la servidumbre de los derechos de tierra, pero también de los derechos de la antigua institución feudal, pero desde luego dista mucho todavía de una total separación y libertad. Ahí está el bello mito o alegoría pontifical de todos.

Ahí está -dice Jose Carlos Díez- "la T4 de Barajas, en lo que será la futura ciudad aeroportuaria para el desarrollo de un centro comercial, hoteles y zonas para convenciones empresariales en la que reaparece el interés de la demanda, incluso de fondos inmobiliarios internacionales, otra excelente señal".

Una teoría del comercio que no integra al capital (basada en la teoría del valor-trabajo) más una teoría del crecimiento que presenta como motor al capital en sí, no al conocimiento y las innovaciones, es como si el capital -dinero- encarnara automáticamente el conocimiento humano, y esa teoría supone que todos tienen los mismos conocimientos (“información perfecta”), que no hay economías de escalas (esencialmente, que no hay costes fijos), y que el crecimiento llega a todo el mundo al mismo tiempo. Y esto no es así. Mientras no empiecen a saltar todos esos prejucios que tiene la economía para desenmascarar a las instituciones políticas del derecho, a los inmensos privilegios de las oligarquías financieras, así seguiremos por muchos años más. Dejando que el conocimiento se lo lleven otros y acarreando los males de una sociedad que ha obtenido de la vivienda unos beneficios y no los ha sabido revertir a la sociedad de conjunto de forma suficiente.

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