lunes, 24 de enero de 2011

el tratamiento de los esclavos en la declaración de los derechos del hombre

Le Guen de Kérangall había sido muy elocuente "Los derechos del hombre tienden a hacer libres a los hombres. Para que lo sean hay que eliminar los privilegios feudales. De lo contrario veremos siempre cómo se ejerce la tiranía de la aristocracia y el despotismo, y la sociedad será desgraciada. Sólo haremos buenas leyes cuando las organicemos en un código que exilie la esclavtud".

Sólo se habló de a esclavitud aún en un sentido metafórico. Sólo el duque de La Rochefoucauld-Liancourt pidió que se suavizara la suerte de los esclavos en las colonias, y rogó a la Asamblea que se ocupara de este objeto antes de finalizar la sesión. Otro diputado horrorizó a la Asamblea describiendo el antiguo derecho feudal por el que el señor estaba autorizado, en algunos cantones, a abrir el viente de dos de sus vasallos cuando volvía de caza, para descansar metiendo sus pies en el cuerpo ensangrentado de esos desgraciados.

En efecto, la declaración de los derechos del hombre de 1789, no decía nada acerca de los esclavos, un periódico el Correo de Provenza había comentado irónicamente que ningún diputado de las colonias "había propuesto como enmienda declarar: "Sólo los hombres blancos nacen y permanecen libres". Se sospecha que poner el derecho de propiedad en el mismo nivel de los demás derechos, sin limitarlo, entrañaba alguna contradicción. Según esta formulación, la propiedad de esclavos es intocable".

El Sturm y Drang que era un movimiento poético alemán, sentimental y desmedido, había llegado a la política. ¿Qué había cambiado? Que ahora todo eran privilegios. "Todos los diputados que no son nobles, lo son a partir de este momento. La nobleza se mantiene en todo su esplendor", había escrito entusiasmado el marqués de Gouy d'Arsy.

América era un país con gigantescos terrenos donde construir una nueva cultura. En Francia había que demoler primero pesadas y arcaicas construcciones para hacer sitio. Cuando los oficiales franceses estaban a punto de regresar, Cooper, un prohombre de Boston, se dirigió a ellos en tono de advertencia: "Llevad con vosotros nuestros sentimientos, pero si intentáis implantarlos en un país que ha sido corrompido durante siglos, encontraréis obstáculos más invencibles que los que nosotros hemos encontrado. Nuestra libertad ha sido conquistada con sangre, pero vosotros tendréis que derramarla a raudales para que la libertad pueda echar raíces en el viejo mundo".

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