lunes, 24 de enero de 2011

es posible formas de ganar dinero que contradicen al interés público, capitalismo, lujo y amor

Es muy posible ganar dinero de formas que contradicen el interés público. Se puede hacer dinero a expensas de destruir las economías. El capitalismo y las economías de mercado que han tenido éxito sólo se pueden entender adecuadamente junto con sus paradojas.

Muchas veces en la historia del capitalismo así se hizo la riqueza a partir de invertir en condiciones al borde de lo soportable y en la guerra. Porque el capital iba empleado hacia innovaciones tecnológicas que luego tenían más aplicaciones diversas que hacían avanzar la economía. Por eso creo que estamos ante una guerra y con unos intrumentos tecnológicos muy sofisticados, que permiten acceder a ella, en décima de segundos como nunca antes había ocurrido, todo este mundo está cambiando hacia esa vertiginosidad y el mayor volumen y volatilidad del mercado. Y a pesar de esto, se pueden inferir consecuencias también de carácter ético y no sólo lucrativo.

Porque modelar políticas económicas juiciosas muchas veces quiere decir que buscan el beneficio privado además del público. Ya desde el siglo XVI las innovaciones y el cambio tecnológico aparecían relacionados en gran medida con la demanda del gobierno en dos áreas: la guerra (pólvora, metales para espada y cañones, buques de guerra y su equipo) y el lujo (seda, porcelana, objetos de vidrio, papel). En 1913 Werner Sombart publicó dos libros en los que caracterizaba esos elementos como fuerzas impulsoras del capitalismo, Guerra y Capitalismo y Lujo y Capitalismo (que en su segunda edición de 1922 fue atrevidamente rebautizada como Amor, Lujo y Capitalismo, el título que deseaba originalmente su autor). Yo creo que todas estas son fuerzas impulsoras del capitalismo y no se trata solo y exclusivamente del capital o de la codicia por la codicia. La fórmula para resolver este problema y consolidar la teoría de la economía de mercado fue bien expresada por el economista milanés Pietro Veri en 1771: “El interés privado de cada individuo, cuando coincide con el interés público, es siempre el garante más seguro de la felicidad pública”. La teoría económica actual se basa en una interpretación de Mandeville y Smith que difiere de la habitual en la Europa continental durante el siglo XVIII cuando proclamó que los vicios privados podían dar lugar a beneficios públicos.

En primer lugar, no se puede suponer que el interés propio sea la única fuerza que impulsa a la sociedad. Las virtudes privadas raramente se convierten en nada que no sean virtudes, públicas o privadas; pero las virtudes públicas se puede convertir en vicios privados. Otros sentimientos más nobles que la codicia y la maximización del beneficio son más difíciles de modelar. Debido a factores bien conocidos -sinergias, rendimientos crecientes y decrecientes y diferencias cualitativas en la capacidad empresarial, liderazgo, conocimientos, así como entre distintas actividades económicas-, la economía de mercado, abandonada a sus propias fuerzas, tiende a menudo a incrementar las desigualdades económicas más que a armonizarlas.

Éste es un punto ciego en la economía estándar. Pero una vez que aceptemos que un factor importante del desarrollo económico es una gestión de recursos que exige rendimientos al borde de lo que es tecnológicamente posible, como en aquellos momentos en que se invertía en la guerra con consecuencias “no pretendidas” pero rendimientos crecientes, podremos invertir más dinero directamente en cualquier sector sea sanitario, por ejemplo, y evitar totalmente la guerra, incluida la guerra de capitales como esta.

Y también se puede observar la alternativa: vicios privados-virtudes públicas: lo que en primera instancia aparecen como virtudes públicas pueden de hecho convertirse en vicios sistémicos. Así la ayuda sistemática al desarrollo puede convertirse en “colonialismo del bienestar” y en un instrumento para “gobernar a distancia” mediante el ejercicio de una forma particularmente sutil de control social neocolonial, no ostentosa y generadora de dependencia, según relata en su libro La globalización de la pobreza, el economista noruego y catedrático de Tallin, Erik Reinert.

A continuación cito un texto filosófico de uno de los autores alemanes de más prestigio actualmente de la teoría crítica racional-constructiva y frente a la filosofía hermenéutica y sociológica ocomplementando a ésta. Se trata de la docta opinión de Karl Otto Apel, que yo suscribo en su integridad: “Justamente porque la marcha de la historia no puede ser predicha ni en pronósticos “incondicionados” ni “condicionados”, las personas necesitan objetivos a largo plazo que puedan apoyar en todo momento. Me parece que estos objetivos no deben ser inferidos de “imperativos sistemáticos” funcionales -por ejemplo, de política del poder o económicos- porque a través de ellos tendencialmente los sujetos humanos de la acción son degradados a meros medios. Naturalmente, en una “ética de la responsabilidad”, las personas transitoriamente tienen que transformarse también en abogados de la racionalidad funcional de los “sistemas”(léase Maquiavelo y la razón de Estado): pues manifiestamente la supervivencia de la comunidad real de comunicación humana depende de la autoafirmación de sistemas sociales funcionales. Pero el desarrollo a largo plazo de aquella racionalidad “consensual-comunicativa” que -desde el surgimiento del lenguaje y del pensamiento- está dada en el mundo de lo vital de todos los hombres y que caracteriza el objetivo por lo menos del entendimiento no violento sobre fines y objetivos, tiene que conservar prioridad teleológica frente a una “colonización del mundo vital” a través de estructuras y mecanismos y de conducción tendencialmente anónimos de la llamada racionalidad sistemática.” (Karl-Otto Apel, Estudios éticos, 1986.)

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