lunes, 24 de enero de 2011

la existencia de un ídolo y una víctima en la historia de occidente

Se habla mucho de sacrificios y de recorte presupuestario y de gastos, así como del déficit, hoy por nuestros gobernantes. Siempre que el hombre occidental ha creído en algo no ha podido pasarse de hundirlo en el infierno y después de soñarlo como paraíso. En vez de aceptarlo como la vida que es, dice María Zambrano. Más bien, es algo que parte de la humanidad y de su carácter mutable, contingente. Y se advierte que, cuando algo es real —algo humano—, más existe el peligro de negarlo por afirmarlo demasiado. Podemos abismar la realidad —la nuestra— en su infierno. No hay en el pueblo un derrotero histórico predeterminado, que lo lleve inexorablemente al progreso. El pueblo puede ser también el artífice de su propia esclavitud, como de su propia liberación. El ser pueblo no es algo dado para siempre. La posibilidad de que el pueblo como tal, sea una realidad en vía de integración, una realidad que ha ido revelándose, es decir, una realidad que va absorbiendo a la anterior. Pues el pueblo no ha existido siempre de la misma manera. Puede verse degradado en masa y su prototipo de individuo es aquel que sólo se reconoce con derechos, ávido de usar y de gozar las cosas que no sólo no sabe crear sino que no conoce. El hombre, pues, que vive de los resultados de los productos, cuyo proceso de creación le es desconocido y lo que es más grave, indiferente.

La historia de Occidente se ha caracterizado por el hecho de que en toda sociedad —desde la escala más amplia hasta el nivel más modesto— siempre se ha requerido de la existencia de un ídolo —una divinidad, en las sociedades teocráticas; el progreso y la razón, en las sociedades modernas— y una víctima, esto es, los seres humanos concretos, cuyas vidas son inmoladas para que perviva aquello que se erige como ídolo. Se requiere, pues, que algo o alguien se endiose para que se exija el tributo del sacrificio. La historia, pues, ha requerido del sacrificio de las víctimas. De ahí que la historia occidental sea, en lo fundamental, historia sacrificial y que, por tanto, sea necesario superarla para arribar a una historia humanizada, que no requiera de la existencia de víctimas e ídolos para subsistir. El concepto de historia sacrificial se relaciona en grado sumo con el de intrahistoria, acuñado por Miguel de Unamuno. La intrahistoria hace referencia, ya no a los grandes personajes ni a los hechos apoteósicos como hitos exclusivos de la historia, sino a las historias de los grupos subalternos, que parecen más destinados a padecer la historia que a hacerla. Cito algo del pensamiento de María Zambrano escudada e su maestro Ortega y el pensamiento orteguiano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario