lunes, 24 de enero de 2011

la idea de poder y control

Un tema relevante es la cuestión del poder y el control. Jose Antonio Marina es un filósofo español que ha estudiado la genealogía del poder social y nos dice:

“El poder deja de ser un medio para conseguir algo, para convertirse en deseable por sí mismo. Quiere dominar por el hecho de dominar. La prolongación de la realidad mediante la irrealidad, la explosión simbólica, introduce al ser humano en un mundo inventado por él. Los mecanismos del poder van haciéndose cada vez más simbólicos, más ficticios. Lo importante no es el poder que tienes, sino el que tu enemigo cree que tienes. Comienza el juego de la astucia y, también, el juego de las persuasiones y de las legitimaciones. El poder deja de ser instaurador de lo bueno, definidor del orden, y tiene que someterse a criterios ajenos de bondad. Sufre de dos maneras esa expansión dislocada del deseo.”

“La historia nos enseña que para protegerse de los excesos del poder no es solución intentar eliminarlo, porque sería inútil. Todas las revoluciones han derrocado un poder para sustituirlo por otro. La solución es controlarlo. Y ahora comprendemos los principios políticos que los antiguos desconocían o conocían de forma imperfecta, entre ellos el de los frenos, equilibrios y controles legislativos.”

“Como señaló el imprescindible Hobbes dependemos de otras personas para satisfacer nuestros deseos, lo que significa que a más deseos más dependencia y, en sentido contrario, más necesidad de ejercer sobre ellas poder. En segundo lugar, porque el mismo deseo de poder está sometido a la ley de expansión de los deseos, y al convertirse en un deseo autónomo, sin fin y sin objeto, adquiere multitud de formas, se vuelve contradictorio. Paralelamente, los modos de dominación se hacen extensos y retorcidos. Entramos en plena dramaturgia del poder. Dentro de la estuctura social, el poder aparece como una necesidad y como una amenaza. Y esta ambivalencia pone en marcha una historia del poder y de la obediencia que puede interpretarse, no sólo como eje central de la historia política o de la historia social, sino también de la aventura metafísica del ser humano, de su empeño por rediseñarse como especie”.

Así podríamos preguntarnos ¿quién controla la marcha de la economía? Se tiene la creencia de que el mercado lo controla todo, pero no todas las decisiones infinitas que participan tienen el mismo valor de decisión. El control tiene la misma ambivalencia que el poder. Aplicado a uno mismo es fuente de libertad. La psicología evolutiva presta cada vez más atención a la construcción de estos sistemas de autocontrol, que son el fundamento de la libertad. La lucha por la libertad -psicológica o política- consiste en librarse de controles externos, afianzando los controles propios. Así caer bajo el dominio de sus pasiones -como decían los moralistas clásicos- o de automatismos fisiológicos, como por ejemplo en una borrachera, pues representa que una persona no está siendo dueña de sus actos. Hoy día realmente la cuestión del poder y del control se ha complicado extensísimamente.
Continúa su aserto Jose Antonio Marina:

“Curiosamente, la psicología cognitiva también retomó la idea de control. Se inspiraba en la metáfora del ordenador, y la informática, que ya había progresado mucho, al diseñar las complejas arquitecturas de los ordenadores llegó a la conclusión de que unos niveles tenían que controlar a otros. Uno de los padres de la inteligencia artificial -Herbert Simon- mostró en Las ciencias de lo artificial que todos los sistemas ultracomplejos necesitan tener estructura jerárquica. Y uno de los padres de la psicología cognitiva, Ulric Neisser, extendió esta idea a la psicología y concluyó que el funcionamiento mental, por ejemplo el uso de la memoria, exigía admitir algún control de tipo superior. No paraba ahí la cosa, porque en esa época yo estudiaba neurología y el problema del control de la acción me apasionaba. Leí con fascinación los trabajos de Luria, Fuster y Damasio sobre el lóbulo frontal, que juega el papel de controlador de nuestro complejísimo sistema cerebral.”

En un sentido muy amplio, control significa un proceso que rige o determina otro proceso. Quien tiene el control de algo introduce las señales (inputs) que van a desencadenar o a modular la actividad (outputs). En sistemas complejos, el equilibrio se mantiene por un sistema de controles recíprocos. El número de conejos controla el número de aves rapaces, y el número de aves rapaces controla el número de conejos. Pero si por alguna razón externa -el exceso de caza, o la mixomatosis- cambia uno de los elementos -en este caso el número de conejos-, el otro elemento queda afectado. La prohibición, tras la epidemia de las vacas locas, de dejar en el campo el ganado muerto es otra razón externa que presiona, esta vez sobre los buitres.
Pues yo creo que algo de esto, de este sistema complejo de equilibrios también define a la economía. Max Weber -en su obra "Economía y Sociedad"- dio una definición que se ha convertido en canónica: “Poder significa la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad”. Según Robert Dahl: “Es la relación entre actores, en la que un actor induce a otro a actuar de modo diferente a como de otra manera actuaría.” Esta definición me parece confusa porque la respuesta puede no ser de sumisión, sino de rebeldía.

Y está también la idea de control o de decisión que definen el poder, que son más interesantes todavía. “Poder es la habilidad para controlar el proceso de toma de decisiones en una comunidad” (William V. D’Antonio y William H. Form). “Poder es la producción de los efectos proyectados sobre otros hombres” (Bertrand Russell). “El problema del poder consiste en determinar quiénes intervienen en las decisiones” (C. Wright Mills). “Poder es el control ejercido sobre la actividad de otro mediante la utilización estratégica de recursos” (Giddens).

El problema es entonces esto: la asignación de la igualdad de recursos en la economía por un lado y por el otro, la cuestión del poder y control de la asignación. Hasta ahora parece que es un control ejercido por un sistema complejo de equilibrios de “mercado”, fundamentalmente. Pero como hemos dicho no todas las decisiones tienen el mismo valor.

Y enlazando con la cuestión de la política traigo una cita del filósofo americano, Richard Dworkin, en su libro “Virtud Soberana”:

“Un esquema de justicia debe encajar con nuestro sentido de la naturaleza y de la profundidad del reto ético, y esto redunda en la idea de que la igualdad es la mejor teoría de la justicia. No quiero decir que una concepción diferente de la ética -la del impacto, por ejemplo- no pudiera redundar también en la igualdad, aunque, como ya he apuntado, la igualdad estricta tenderá a parecer, en esos modelos de la ética, una posición extremista y doctrinaria. Sólo quiero decir que la concepción del desafío desemboca directamente en la igualdad de recursos, como si ésta se siguiera naturalmente del sentido que la gente misma tiene de sus mejores intereses, entendidos críticamente. Vivir bien tiene una dimensión social, y no vivo tan bien si vivo en una comunidad en la que otros consideran que mis esfuerzos por llevar una buena vida son empeños que carecen de importancia. En realidad, resulta insultante para todo el mundo un sistema político y económico consagrado a la desigualdad, incluso para aquellos cuyos recursos se benefician de la injusticia. En el modelo del desafío, el autointerés crítico y la igualdad política van de la mano. Hegel dijo que amos y esclavos están en la misma cárcel; la igualdad abre las puertas de su celda.”

En fin, no sé si puede interesar tanta filosofía, pero un poco yo creo que de aquí es de donde se pueden extraer los fundamentos para mejor pensar y también para cambiar lo que hay, o darle un sentido positivo, que en todo caso será complejo. Para este autor la igualdad de recursos no tiene que coincidir con la igualdad de bienestar, ni tampoco con la igualdad de oportunidades o capacidades, que son algunas de las objeciones que se le han hecho Pero lo fundamental es entender que aquí el mercado no es el único sistema de distribución de recursos, que hay más sistemas, de subastas, de concesiones, de adjudicaciones, y que se debe definir una prioridad según qué recursos.

Estamos en una crisis realmente del Estado de bienestar, porque no hay una politica que se esté orientando al pleno empleo. Y porque el sistema de protección y de ayuda está mermado. Luego se deben institucionalizar otros sistemas, con la ayuda de los agentes centrales bancarios.

Y realmente es un juego de equilibrio de poderes. Jeremy Bentham o James Mill sugieren denominar al modelo de democracia que proponen “democracia como protección”, precisamente porque la entienden como un mecanismo político que permite al hombre de mercado defenderse de la rapacidad de los gobernantes. Los hombres -entienden ambos autores- tienen una natural tendencia a apropiarse de cuanto pueden y, si los ciudadanos no dispusieran del mecanismo del voto para defenderse de los gobernantes, estos los despojarían de todos sus bienes. Parece, pues, así las cosas, que si la democracia nació también como un modo de proteger a los ciudadanos frente a los gobernantes, el Estado-providencia elimina los frenos de la democracia originaria y entra “a saco” en aquel ámbito que los individuos se habían reservado como sagrado.

El Estado nacional -afirmará Drucker-, que nació para ser el guardián de la sociedad civil, se ha convertido en los últimos cien años en ese megaestado, que se adueña de la sociedad civil, hasta el punto de que el “megaestado” llega a creer que los ciudadanos tienen sólo lo que es Estado, expresa o tácitamente, les permite conservar. La expresión “exención fiscal” es suficientemente expresiva al respecto, ya que da a entender que en principio todo pertenece al estado, a menos que haya sido designado especialmente para ser retenido por el contribuyente. El megaestado degenera, necesariamente, en estado electorero, porque dispone de los medios necesarios para comprar los votos.

"El control tiene la misma ambivalencia que el poder. Aplicado a uno mismo es fuente de libertad. Cuando una persona pierde el control, no está siendo dueña de sus actos. Puede caer bajo el dominio de sus pasiones -como decían los moralistas clásicos- o de automatismos fisiológicos, como por ejemplo en una borrachera. La libertad va de la mano con la construcción de los sistemas psicológicos de autocontrol. La lucha por la libertad -psicológica o política- consiste en librarse de controles externos, afianzando los controles propios. Por ello, la psicología evolutiva presta cada vez más atención a la construcción por el niño de estos sistemas de autocontrol, que son el fundamento de la libertad.

En un sentido muy amplio, control significa un proceso que rige o determina otro proceso. En un automóvil el acelerador y el freno controlan la velocidad de giro de las ruedas. Quien tiene el control de algo introduce las señales (inputs) que van a desencadenar o a modular la actividad (outputs). En sistemas complejos, el equilibrio se mantiene por un sistema de controles recíprocos. El número de conejos controla el número de aves rapaces, y el número de aves rapaces controla el número de conejos. Pero si por alguna razón externa -el exceso de caza, o la mixomatosis- cambia uno de los elementos -en este caso el número de conejos-, el otro elemento queda afectado. La prohibición, tras la epidemia de las vacas locas, de dejar en el campo el ganado muerto es otra razón externa que presiona, esta vez sobre los buitres.

Curiosamente, la psicología cognitiva también retomó la idea de control. Se inspiraba en la metáfora del ordenador, y la informática, que ya había progresado mucho, al diseñar las complejas arquitecturas de los ordenadores llegó a la conclusión de que unos niveles tenían que controlar a otros. Uno de los padres de la inteligencia artificial -Herbert Simon- mostró en Las ciencias de lo artificial que todos los sistemas ultracomplejos necesitan tener estructura jerárquica. Y uno de los padres de la psicología cognitiva, Ulric Neisser, extendió esta idea a la psicología y concluyó que el funcionamiento mental, por ejemplo el uso de la memoria, exigía admitir algún control de tipo superior. No paraba ahí la cosa, porque en esa época yo estudiaba neurología y el problema del control de la acción me apasionaba. Leí con fascinación los trabajos de Luria, Fuster y Damasio sobre el lóbulo frontal, que juega el papel de controlador de nuestro complejísimo sistema cerebral.

Voy a reseñar algunas definiciones conocidas sobre el poder. Max Weber -en su obra Economía y Sociedad- dio una definición que se ha convertido en canónica: “Poder significa la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad”. Según Robert Dahl: “Es la relación entre actores, en la que un actor induce a otro a actuar de modo diferente a como de otra manera actuaría.” Esta definición me parece confusa porque la respuesta puede no ser de sumisión, sino de rebeldía. No podemos considerar una prueba del poder de Napoleón su capacidad de movilizar a las guerrillas españolas, que señalaron el declive de su imperio.

Pero son más interesantes las definiciones que introducen la idea de control o de decisión. “Poder es la habilidad para controlar el proceso de toma de decisiones en una comunidad” (William V. D'Antonio y William H. Form). “Poder es la producción de los efectos proyectados sobre otros hombres” (Bertrand Russell). “El problema del poder consiste en determinar quiénes intervienen en las decisiones” (C. Wright Mills). “Poder es el control ejercido sobre la actividad de otro mediante la utilización estratégica de recursos” (Giddens). Estas definiciones suelen olvidar que el poder no sólo consiste en conseguir que otro haga lo que yo deseo, sino también en impedir que el otro haga lo que desea. Metiendo a una persona en la cárcel se pretende impedir no dirigir su conducta. En conclusión, tiene poder quien puede determinar, dirigir, decidir la acción de otra persona. Aunque estas tres “des” (determinar, dirigir, decidir) describen claramente el poder, me gusta utilizar la idea de control, que la incluya a todas".

Jose Antonio Marina, La pasión del poder, teoría y práctica de la dominación, ed. Anagrama, Barcelona, 2008, págs. 30-33.

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