martes, 25 de enero de 2011

una ética discursiva

Sólo podemos predicar la verdad/falsedad de los enunciados descriptivos o proposiciones enunciativas, que son aquellas que se construyen con el verbo ser: es/no es una cosa.

Pero, por otra parte, como ya dijo Aristóteles, enunciando la lógica, hay proposiciones que no son descriptivas sino que son prescriptivas o valorativas, tambien llamadas de segundo orden, pues bien de estas proposiciones no se puede predicar la verdad/falsedad, sino tan sólo la necesidad/contingencia/obligatoriedad/facultad de las mismas.

Es por ello que tú que te mueves dentro de la ciencia eres dado a no expresarte o, como tú mismo dices, a no escribir mucho, porque pretendéis que os movéis sólo en el terreno de las leyes científicas y así sólo podéis formular juicios de verdad/falsedad.

Y no es tontería porque parece que se ha hecho un hábito en ti y te pesa por ello tener que dar otros elementos de justificación o fundamentación de las normas, tener que explicarte en otros momentos, te cuesta todo aquello que tiene que ver con el consenso, con la realidad contrafáctica y pragmática.

Por lo pronto se tiene la creencia de que fuera del terreno de lo científico sólo nos movemos entre la persuasión y el convencimiento -en el mejor de los casos- y en el peor, entre un puro intuicionismo en ética y un emotivismo, que se mueve por corrientes de ideas de acuerdo con la fuerza de ciertas personas más influyentes.

Por lo que el relativismo ético es un hecho, cuanto si no la pura arbitrariedad, lo que puede redundar en una negación de la libertad o en un dogmatismo cuando queremos imponer como verdad dogmática algo de lo que sólo tenemos una intuición.

La escisión entre un mundo de los hechos y un mundo de valores es una cuestión que se abre con un naturalista como Hume e incluso que está presente en un intuicionista como Moore, pero es sobre todo Kant quien formula más claramente esta concepción, pues lo que él viene a poner en tela de juicio es que las cosas por el hecho de tener una explicación natural tengan que ser así y no puedan ser de otro modo.

Hume habló de la "empatía" frente a la simple "simpatheia" o espontaneidad, y estableció unos deberes que se interconexionen con nuestros sentimientos de acuerdo con el punto de vista del "observador imparcial".

Aún así la formulación del imperativo categórico kantiano vino a suponer una concreción mayor de lo que podría ser la formulación de un principio de universalización.

Y desde la ética discursiva o de la racionalidad se estableció en unos nuevos parámetros de una lógica "pragmática", no sólo sintáctica o semántica, sino desde la acción y desde el consenso: moral es actuar de acuerdo con una máxima que cada uno pueda querer sin contradicción alguna como ley universal, a lo que se añade también, y según una máxima que todos "de común acuerdo" puedan querer como universal.

No tengo más remedio que insistir en estos conceptos de filosofía y de seguir repitiéndolos porque tendemos a cosificar la realidad, a enunciar como verdad/falsedad enunciados que no son puramente descriptivos sino que se mueven dentro de la acción y el pragmatismo de la necesidad/obligatoriedad, incluso a veces de la indeterminación. Por tanto, en buena lógica, debemos hacer una buena filosofía del lenguaje.

De lo contrario, si nos contraemos a la negación en la expresión, si decimos que no podemos hablar en ética de casi nada, como dijo Wittgenstein, aún sabiendo el valor que en su momento tenía lo que él dijo no sólo para la ciencia sino para la ética, pero si esto lo llevásemos hasta un extremo produciríamos seres inhibidos, que como sugería Freud en su trabajo "El malestar de la cultura", volverían contra sí mismos el odio que sentían hacia los demás.

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