lunes, 24 de enero de 2011

la teoría del comercio con la que el capitalismo controla el mundo en total contradicción

Estamos volviendo por tanto a la confusión creada por los orígenes comunes en la economía ricardiana del capitalismo y el comunismo de la Guerra Fría. La teoría del comercio con la que el capitalismo controla el mundo, en total contradicción con la explicación que da del crecimiento, no ofrece ningún lugar al capital.

La sociedad capitalista actual -que entiende esencialmente el crecimiento económico como resultado de añadir capital al trabajo- emplea una teoría del comercio basada en la teoría del valor-trabajo que sólo subsiste en la ideología comunista.

Cuando era importante construir una línea de defensa para proteger a Asia y Europa frente a la amenaza comunista, Estados Unidos entendió que la forma de crear riqueza era industrializar los países que tenían frontera con el comunismo -desde Noruega y Alemania hasta Corea y Japón- y apoyar con entusiasmo ese proyecto, económica, política y militarmente. Pero cuando desapareció la amenaza comunista, los países desarrollados comenzaron rápidamente a aplicar una política económica parecida en sus peores aspectos a la vieja política colonial británica, que tenía el efecto opuesto en los países pobres. Los propios Estados Unidos se industrializaron oponiéndose a esa política de libre comercio prematuro, contra la que Roosvelt, con gran autoridad moral, le plantó cara a Churchill y su política colonial durante la segunda guerra mundial.

La crisis financiera que sacudió Asia oriental y el mundo a finales de la década de 1990 fue un ejemplo del tipo de crisis que según los economistas no podía suceder, porque el propio mercado se encargaría de resolver todos los problemas. En la década de 1840 la crisis social fue sobre todo a escala nacional, ya que la brecha entre ricos y pobres se localizaba dentro de las fronteras de cada país, y el Estado de Bienestar ayudó a resolver ese problema en Europa. Hoy día, en cambio, la “cuestión social” ha adquirido una dimensión internacional, al hacerse cada vez más profundo el abismo que separa a los países.

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