lunes, 24 de enero de 2011

los bienes sociales y bienes de la tierra

Ante hechos irreversibles suelen producirse al menos tres reacciones: la timorata y catastrofista, deseosa de hacer marcha atrás, asustada ante cambios a su parecer apocalípticos, situados muy por encima de cualquier intervención humana: la oportunista, que en el río revuelto del desconcierto general trata de desvíar las aguas hacia su provecho individual o grupal, que es el que al cabo le importa; la ética, convencida de que las innovaciones deben convertirse en oportunidades de progreso para todos, y de que para eso hemos de coger la situación por el centro y pararla.

Citando a Jose Luis Sampedro: "En el mejor de los casos, volverán a dejar las cosas como estaban en lo monetario pero con una degradación de la economía real, del medio ambiente y de la producción. Y esto sólo porque hemos entrado en un grado de barbarie, y hemos olvidado la civilización". De ahí que resulte insostenible la teoría del "individualismo posesivo" con la que se inició la economía moderna, según la cual, cada hombre es dueño de sus facultades y del producto de éstas, sin deber por ello nada a la sociedad.

Hay que blandir un arco por todo lo que nos separa del lobo. Citando a una catedrática de ética española, Adela Cortina, una mujer que es maestra en muchos sentidos se puede decir: "Los bienes del universo, por contra, son producto de personas que viven en sociedad y, por lo tanto, son bienes sociales. Bienes que, en consecuencia, deben ser también socialmente distribuidos para que podamos llamar a esa distribución justa. ¿Y cómo estos bienes una sociedad los distribuye? Para distribuir unos y otros con justicia resulta indispensable la aportación de los tres sectores de la sociedad: del sector social, del económico y del político. Sin el concurso de todos ellos la distribución será irremediablemente injusta. Cuando entran en conflicto necesidades biológicas y deseos psicológicos, exige la justicia atender prioritariamente a las primeras sean cuales fueren quienes las experimenten. Exigencia que no se satisfará sólo a través de la educación, ni adoptando medidas jurídicas, sino cambiando el orden internacional en diversos niveles. En la economía política, sin ir más lejos, universalizando cuando menos la ciudadanía social, puesto que sociales son los bienes de la Tierra y ningún ser humano puede quedar excluido de ellos." El alimento, el cariño, la educación, el vestido, la cultura, y todo lo que nos separa de un "niño lobo", son bienes de los que disfrutamos por ser sociales. No es que aquí no tengamos un sentido de lo social; yo creo que España tiene más bien un sentido maternal, que hay que saber desentrañarlo, porque esa es nuestra cultura. España sigue siendo muy mariana, como Italia, en el sur, pero aquí tenemos un sentido no ya de lo religioso, sino de lo telúrico, relacionado con la tierra y con la madre; hay poderes que no podemos sospechar. Que hay mujeres que sacan panes de debajo del brazo, que siempre hay una realidad profunda. Y es de reconocer que el desarrollo de las facultades humanas (inteligencia, voluntad, corazón) debe muy mucho a la familia, la escuela, el grupo de amigos, la comunidad religiosa, las asociaciones voluntarias, la sociedad política. Incluso a la sociedad internacional, en estos tiempos de economía global, en los que cada producto es resultado del esfuerzo conjunto de quienes trabajan en distintos lugares de la Tierra.

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