viernes, 7 de enero de 2011

Introducción. La educación de los sentimientos


Hemos pensado que es necesario contestar a ciertas preguntas sobre qué papel juegan hoy día los procedimientos institucionales de control desde que con Foucault fueron un poco puestos en tela de juicio, donde el loco era una forma de algo que se salía de la institución, y era controlada así la enfermedad de la locura, con una etiqueta que funcionaba por lo que la sociedad había designado así, desde sus instituciones y de lo normal o válido por sus normas aceptadas previamente en procedimientos democráticos y que contenían informes de especialistas. Hoy las técnicas de control son muy variadas y tocan una diversidad y una gama muy amplia, desde la seducción publicitaria que ofrecía la simbología de la mujer, como un placer más, que se proponía para capturar la atención, sea de reproche o de censura, o bien de sugestión de mayores placeres, lo importante era la atención publicitaria y el goce o el dolor que proporcionasen; pero también la Ley en sí misma hemos visto que ha servido para capturar el goce en sí misma, por eso había una gran demanda de plazas o convocatorias hacia las instituciones; pero hoy día todavía todo ello es más persuasivo y más sofisticado, hoy día con las ciencias y con la gran precisión lógica del discurso se están creando al uso para capturar el deseo o la atención unas técnicas que son propias de los tecnólogos, que son matematizadas, que son muy precisas, tan precisas que obligan a captar el deseo del sujeto de ese modo, y uno se siente sujeto, sustraído y sometido de ese modo hacia el poder.

Lo que vamos a estudiar es eso mismo, cómo han cambiado las técnicas institucionales, qué procedimientos democráticos de control del poder se utilizan, cómo éstos pueden ser objetivos, si realmente son democráticos y hacia qué sociedad cosmopolita o globalizada vamos con las nuevas tecnologías de la información.


La educación de los sentimientos.

Se había puesto un calificativo de mentiroso en un discurso, pero esto no era lo que teníamos que entender allí, en realidad.

Nuestro cerebro estaba más preparado para descubrir a un mentiroso que para describir o analizar objetivamente la realidad, pero la estrategia del tramposo demostraba que era mejor cooperar porque el beneficio global que se producía era mayor.

Lo que debería es aprenderse a orientar los afectos de acuerdo con las emociones y sus necesidades, una cierta educación sentimental sería necesaria también aquí, sobre todo en el terreno de la economía y del poder social, y aquí era donde se encontraba también algo de positivo, en el aprendizaje de los sentimientos, en aquellos discursos que parecían más beligerantes.

Y propondría que a la ética de los deberes, basada en la obediencia de las normas, debería sustituirle o complementarla una ética de las virtudes, que giraría en torno a la formación del carácter, a la educación de los sentimientos para disponer a las personas hacia el bien.

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