viernes, 14 de enero de 2011

el bloqueo cientificista-logicista

La opinión de Karl Otto Apel acerca de lo que él ha llamado un bloqueo cientificista-logicista o la negación cientificista sería necesario contrastarla aquí:

En contra de esta premisa estándar del positivismo-cientificista se puede argumentar, dentro de determinados límites, una alianza estratégica con el “racionalismo crítico” de Popper. En este sentido, habría por lo pronto que limitar el discurso de la validez intersubjetiva de la constatación científica de hechos, en el sentido del falibilismo, es decir, que se refiere a una posibilidad que nunca puede realizarse definitivamente y en la que uno tiene que creer que algo es científico. En la medida en que la fe que aquí se exige incluya, según Popper -y también según C. S. Peirce-, un compromiso ético-normativo, puede sostenerse -siempre en concordancia objetiva con la posición de Popper- que la posibilidad de una objetividad científica valorativamente neutra no excluye la validez intersubjetiva de las normas éticas -como se supone en el positivismo cientificista- sino que más bien la presupone.”

¿Qué pasa -entonces, dirá él- con la sostenibilidad de la equiparación restrictiva de validez intersubjetiva con la objetividad valorativamente neutra de la constatación científica de hechos y de inferencias lógicas?

Pero lo que dice Karl Otto Apel es que el bloqueo cientificista puede en verdad ser quebrado desde la ética normativa. “El bloqueo cientificista de la ética normativa puede en verdad ser quebrado (hasta en alianza con el “racionalismo crítico” de Popper); pues puede demostrarse que, conjuntamente con el cuestionamiento de la validez de las normas éticas, se derrumba también el cientificismo qua absolutización de la objetividad valorativamente neutra; pero este resultado no permite todavía salir del sistema de complementariedad ideológico sino que, según parece, conduce nuevamente sólo al cambio del cientificismo en el decisionismo existencialista: La validez de la ciencia y de la ética depende -así parece ahora- en última instancia de nuestra decisión de voluntad pre-racional. Efectivamente, la argumentación precedente sólo consigue conferir obligatoriedad a la siguiente conclusión: Si queremos ciencia -más exactamente si queremos considerar como posible la validez intersubjetiva de los resultados científicos, que ha de obtenerse in the long run- entonces consecuentemente tenemos que considerar posible, al mismo tiempo, la validez intersubjetiva de una ética que ya está presupuesta en la comunidad de los científicos.” "Pero, ¿cómo ha de ser concebible un concepto de fundamentación última filosófica que no sea idéntico con el de la deducción lógica? ¿No conduce esta concepción desde el primer momento a la exigencia exagerada de no respetar los criterios de la lógica y con ello también la “ratio” y, de esa manera, a poner en lugar del decisionismo abiertamente confesado un oculto irracionalismo, es decir, un “oscurantismo”? Me parece que estas objeciones serían sostenibles si desde el primer momento fuera claro que una argumentación de fundamentación última que no sea idéntica con la deducción lógica en el sentido indicado, tiene que no respetar los criterios de la lógica formal y entrar en conflicto con ella. Sin embargo, creo que éste no tiene por qué ser el caso." "¿Por qué no se habría de llegar, sobre la base de discursos ideales consensual-comunicativos, al resultado de que los conflictos de intereses en el mundo de la vida -y, por consiguiente, también los de los argumentantes, como individuos con intereses en conflicto- precisamente no pueden arreglarse según el modelo de la cooperación en la comunidad de argumentación, sino en el sentido de la racionalidad estratégica? ¿Por qué no se habría de poder fundamentar, por ejemplo, basándose en una racionalidad de discurso consensual-comunicativa -¡y por tanto sin mentir!- la norma de que en el contexto de la interacción propia del mundo de la vida se debe mentir, siempre que esto sea estratégicamente provechoso? ¿Qué tiene que ver la obvia veracidad propia del argumentar eximido de acción con el no-engañar a un hombre en la situación de negociación, probidad que es significativa moralmente?” Hemos citado a Apel en su libro "El problema de la fundamentación filosófica última desde una pragmática transcendental del lenguaje», en: Estudios Filosóficos, 102, Vol. XXXVI, 1987, pp. 251-300; en él resuelve, por tanto, esta cuestión a través del imperativo moral kantiano de no mentir -un presupuesto de validez ética-, y por tanto a través de una norma ética autorreflexiva que tiene que ser aceptada intersubjetivamente, y no lo deja en una norma pre-racional, como hacía el racionalismo crítico de Popper.

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