jueves, 20 de enero de 2011

el fenómeno de la autosupresión del juego del lenguaje filosófico.

"Con este fin, quisiera considerar primero lo que a mi juicio constituye el desafío más poderoso para la filosofía procedente de la convergencia de las exigencias desmedidas de Wittgenstein y Heidegger. En Heidegger la exigencia más fuerte consiste, para mí, en que la iluminación del sentido y la verdad que depende de ella tiene que poder pensarse, en último término, como un acontecer del sentido o de la verdad. Esto es, expresándolo de la forma más radical: en que, según Heidegger, también la intelección o proposición (portadora de una pretensión filosófica de verdad) de que nuestra capacidad de preguntar depende, según la génesis de su sentido, de los acontecimientos iluminadores de la historia del ser debe, a su vez, ella misma depender, en su validez, de acontecer temporal de la historia del ser. El Logos de nuestro pensamiento y de nuestra argumentación, que fue entendido desde la fundación de la filosofía en Grecia como atemporal, tendría ahora que aprender a considerarse a sí mismo como dependiente de lo “otro de la razón” -del ser temporal-, y, sin embargo, esta intelección tendría que poder continuar expresándola en la forma de una tesis filosófica universalmente válida sobre la historia del ser. Esta exigencia que procedente de Heidegger, pasa al posmodernismo filosófico ¿resiste una crítica del sentido o conduce a una autosupresión del juego de lenguaje filosófico?

Al hacer esta pregunta estamos, hasta cierto punto, uscando refugio en el planteamiento crítico del sentido y del lenguaje de Wittgenstein. Pero hemos de admitir que en este punto Wittgenstein y los wittgensteinianos no nos son de mucha ayuda, sino que más bien completan y refuerzan la desmedida exigencia de Heidegger. En verdad, Wittgenstein atribuyó incansablemente la enfermedad de los problemas filosóficos aparentemente insolubles a malentendidos respecto de la función del lenguaje. Y, como hemos mostrado, analizó en este mismo sentido el fenómeno de la autosupresión del juego del lenguaje filosófico. No obstante, nunca aplicó ese tipo de análisis, en estricta reflexión, a los propios enunciados sobre la filosofía como enfermedad del uso del lenguaje. En general, desde la paradójica autosupresión del juego de lenguaje filosófico en el Tractatus, no llegó nunca a plantear la pregunta reflexiva por las condiciones lingüísticas de posibilidad del propio juego de lenguaje, es decir: la pregunta por los presupuestos no del pseudojuego de lenguaje de la metafísica, que él mismo disolvió, sino del juego de lenguaje de la propia filosofía crítico-terapéutica, esa que muestra “a la mosca la salida de la botella cazamoscas” y mitiga la enfermedad -mediante pensamientos formulados lingüísticamente y no, obviamente, administrando medicamentos.

Aquí es preciso señalar especialmente la siguiente circunstancia. Las conocidas afirmaciones de Wittgenstein sobre el método de la filosofía -como, por ejemplo: “No podemos proponer teoría ninguna. Toda explicación tiene que desaparecer y sólo la descripción ha de ocupar su lugar” (Investigaciones filosóficas, I, parágrafo 109), o: “La filosofía expone meramente todo y no explica ni deduce nada. Puesto que todo yace abiertamente, no hay nada que explicar. Pues lo que acaso esté oculto no nos interesa” (ibid, parágrafo 126)-, afirmaciones de este tipo, decimos, indican una peculiaridad de su método, pero no aclaran en modo alguno en qué medida esa peculiaridad hace posible que Wittgenstein lleve a cabo, mediante la exposición de ejemplos, esa cala (Einsicht) en el funcionamiento de nuestro lenguaje” (ibid, parágrafo 109) que nos ayuda a alcanzar una “claridad” tan “completa” que “haga desaparecer por completo los problemas filosóficos” (ibid, parágrafo 133). De ningún modo basta aquí simplemente con describir o exponer los juegos de lenguaje que funcionan en la vida cotidiana y, por otra parte, los juegos de lenguaje de la filosofía que discurren en vacío. Antes bien, es imprescindible cuando menos esbozar las razones -esto es, en último término las evidencias universalmente válidas de la filosofía- por las que se enfrentan unos juegos de lenguaje contra otros. El propio Wittgenstein sugiere, cuando menos, estas razones en sus siempre renovados intentos por construir una teoría filosófica en el plano de un juego de lenguaje específicamente filosófico, en el cual él está obligado a participar tanto como cualquier otro filósofo". Pues, después de todo, Wittgenstein hacía uso de ese juego de lenguaje de la filosofía.

El texto es de Karl-Otto Apel, en su "Semiótica trascendental y filosofía primera".

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