viernes, 14 de enero de 2011

fuera del terreno de lo científico

Pretendéis que os movéis sólo en el terreno de las leyes científicas y así sólo podéis formular juicios de verdad/falsedad.

Por lo pronto se tiene la creencia de que fuera del terreno de lo científico sólo nos movemos entre la persuasión y el convencimiento -en el mejor de los casos- y en el peor, entre un puro intuicionismo en ética y un emotivismo, que se mueve por corrientes de ideas de acuerdo con la fuerza de ciertas personas más influyentes.

Por lo que el relativismo ético es un hecho, cuanto si no la pura arbitrariedad, lo que puede redundar en una negación de la libertad o en un dogmatismo cuando queremos imponer como verdad dogmática algo de lo que sólo tenemos una intuición.

La escisión entre un mundo de los hechos y un mundo de valores es una cuestión que se abre con un naturalista como Hume e incluso que está presente en un intuicionista como Moore, pero es sobre todo Kant quien formula más claramente esta concepción, pues lo que él viene a poner en tela de juicio es que las cosas por el hecho de tener una explicación natural tengan que ser así y no puedan ser de otro modo.

Hume habló de la “empatía” frente a la simple “simpatheia” o espontaneidad, y estableció unos deberes que se interconexionen con nuestros sentimientos de acuerdo con el punto de vista del “observador imparcial”.

Aún así la formulación del imperativo categórico kantiano vino a suponer una concreción mayor de lo que podría ser la formulación de un principio de universalización.

Y desde la ética discursiva o de la racionalidad se establecieron unos nuevos parámetros de una lógica “pragmática”, no sólo sintáctica o semántica, es decir, desde la acción y desde el consenso y que versa así: moral es actuar de acuerdo con una máxima que cada uno pueda querer sin contradicción alguna como ley universal, y a lo que se añade también, y según una máxima que todos “de común acuerdo” puedan querer como universal.

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