viernes, 14 de enero de 2011

la teoría de la argumentación racional y la razón comunicativa

La filosofía analítica del lenguaje hoy día pone el énfasis en la “intencionalidad” de lo que quiso decir el sujeto comunicante, más que en lo que dijo realmente, de ahí que se diferencie entre un lenguaje ilocucionario y un lenguaje perlocucionario, donde lo relevante estaría en la reacción que queremos provocar en los demás (Austin y Searle, sobre todo, en su Teoría de los actos de habla, 1962 y 1969, respectivamente).

También se puede analizar así en el llamado último Wittgenstein, y en buen seguimiento de ello con el filósofo alemán Jürgen Habermas, se puede llamar a esta lógica teoría de la argumentación o del discurso que sería una “lógica pragmática” -más que la pura sintáctica o semántica de la estricta lógica formal- que se ocupa de determinar en qué estriba la “capacidad de convencimiento” (Triftigkeit) de los argumentos en orden a la obtención discursiva de un consenso para un juicio dado o una pretensión.

Por “argumento” habría ahora que entender la base o justificación que nos motiva a reconocer como satisfecha la pretensión de validez de dicho juicio, tanto si éste consiste en un aserto como si en un precepto.

Por tanto es muy necesaria la argumentación discursiva racionalista o empírico-racional -cosa que los científicos neopositivistas o matemáticos rechazan o les cuesta a veces, pues todo lo miden como si fuese el resultado de una operación-, es decir, es necesaria la explicación de los motivos que dieron lugar a la base del establecimiento de nuestras premisas para una mejor comprensión.

El carácter precisamente "pragmático" hace que diversas funcionalidades de tipo cultural, moral, psicológicas, de hábitos o de socialización estén presentes y sean interpretadas de acuerdo con el valor de la comunidad a que pertenecen. Y con este valor o sentido comprensivo deben ser interpretadas.

Y esto es lo que permite afirmar luego que en la racionalidad se ha cometido una “falacia de generalización”. Pero habría que entender bien este carácter pragmático de la racionalidad.

Frente a la “monológica” razón centrada en el sujeto, Habermas nos invita a recurrir a una razon dialógica o “razón comunicativa” (kommunikative Vernunft) cuyo ejercicio implica el diálogo entre los miembros de una “comunidad de sujetos”.

Se trataría de llevar esa generalizacion no al infinito sino a los límites del discurso y de los comunicantes que están afectados por una pretensión.

La teoría de la argumentación racional sólo puede estar basada en el diálogo, y en el reconocimiento de éste es donde se muestra nuestra capacidad de racionalidad. Y podemos defendernos acudiendo a las herramientas de la persuasión y el convencimiento.

Para ello no sólo necesitaríamos de un principio de corroboración o de inducción o como quiera que la filosofia de la ciencia le llame, sino que sería necesario un principio de “universalización”, destinado a colmar la aspiración de nuestras máximas morales, para decirlo en términos kantianos, a ser también consideradas como leyes universales aquello que de “común acuerdo” puedan querer también los demás.

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