viernes, 14 de enero de 2011

la autocontradicción performativa

El punto de vista de las siguientes consideraciones es la reflexión sobre la circunstancia de que el reconocimiento de las presuposiciones no contingentes que constituyen la “preestructura” -no advertida por Heidegger- del discurso filosófico pertenece hoy también al a priori fáctico de nuestro ser en el mundo. Con otras palabras: el reconocimiento de las mencionadas presuposiciones no sólo constituye, para todas las ciencias crítico-reconstructivas, un a priori de la argumentación no discutible, sino que también representa para ellas un dato de la historia a reconstruir; un dato que sólo a través de la reconstrucción comprensiva de la historia, según su posibilidad y su efectividad, puede ser, por así decirlo, “recogido” o alcanzado (einzuholen ist). El punto de partida hermenéutico-trascendental que presupone la reconstrucción histórica hace también las veces de telos de la reconstrucción, cuya función como principio regulativo no puede ser discutida, si es que la reconstrucción no quiere caer en contradicción performativa con sus propias condiciones de validez. En esta preestructura de la reconstrucción de la historia radica la alternativa tanto a la filosofía especulativa de la historia, que concibe el telos de la historia dogmático-metafísicamente, como también a la hermenéutica del acontecer del sentido y de la verdad en el sentido de Gadamer, incapaz de justificar un principio regulativo del progreso posible.

La relevancia del principio de autoalcance de la reconstrucción de la historia se pone sobre todo de manifiesto cuando lo confrontamos con los intentos característicos de toda la modernidad -e irónicamente característicos también de la crítica total a la razón en el postmodernismo- de ofrecer una explicación reduccionista naturalista de la historia del espíritu a partir de motivos causales externos. Al confrontarla, por ejemplo, con el intento de Nietzsche de cuestionar genealógicamente todas las pretensiones de validez de la razón humana (verdad, rectitud moral y finalmente también la veracidad que durante tanto tiempo reivindicó para sí la “sinceridad” de Nietzsche). Frente a estos intentos, condenados a la contradicción performativa, de sustituir comprensión por explicación, el principio de autoalcance de la reconstrucción no exige renunciar a explicaciones externas, pero sí subordinarlas y postergarlas a la comprensión en el sentido de una reconstrucción racional valorativa.

En lo que hemos expuesto se consideran sólo aquellas precondiciones aprióricas de la racionalidad del argumentar que no pueden ser negadas sin caer en una autocontradicción pragmático-trascendental. Por ésta se entiende una contradicción performativa entre el contenido de una proposición y el contenido intencional autorreferente -implícito o performativamente explícito- del acto de emitir una proposición en el marco de un discurso argumentativo.

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