miércoles, 19 de enero de 2011

la visión reificada del mundo

En una la sociología de la fenomenologí­a, nos perdemos de nuestros orígenes.

Si decimos que la realidad está "reificada" ello quiere decir que negamos la individualidad y aceptamos el orden objetivo.

No se trata de al desaparecer como sujeto caer en todo lo opuesto, en ser como cosas sin alma, más bien somos roles, somos desempeños de papeles, la identidad misma puede desaparecer y somos aprehendidos como una identidad total o el individuo mismo puede desaparecer.

La receta "básica" para que se dé una reificación o una coseidad (Durkheim) consiste en concederles un status ontológico independiente de la actividad y la significación humanas.

Puede haber reificaciones especí­ficas sobre un tema general y son variaciones, el "matrimonio" por ejemplo puede reificarse como una imitación de actos divinos, como un mandato universal de la ley natural, como la consecuencia necesaria de fuerzas biológicas o psicológicas o llegado el caso como un imperativo funcional del sistema social.

Lo que tienen en común estas reificaciones es que obnubilan el sentido del matrimonio en cuanto producción humana continua.

Por tanto, para no hacernos un lí­o, acepto que soy un sujeto con un yo, pero no obstante esto es sólo una proyección de mi conciencia, una integración autobiográfica de experiencias mí­as, y a partir de ahí­ el "yo" no existe, ni tampoco existe todo aquello que se me quiere imponer de una forma objetivada, donde no hay posibilidad de interacción humana, no valen las formas deshumanizadas, ni tampoco yo puedo imponerlas a otros, porque lo cierto es que la subjetividad de la conciencia es muy limitada, ante todo somos impresiones sensibles en una unidad de impresión fí­sica de la realidad y del mí­, sin separatidad. Por tanto nuestra conciencia del yo es relativa y en parte subjetiva, y dependemos de la conciencia de la realidad también.

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