martes, 18 de enero de 2011

escenarios de la parodia y la política

Sería necesario una ontología política de la economía social y qué quiere decir ¿la falacia de la deuda?

Las prácticas de la parodia pueden servir para volver a mostrar y afianzar la distinción misma entre una configuración privilegiada y naturalizada y otra que se manifiesta como derivada, fantasmática y mimética: una copia fallida. Y eso pasa cuando existe una copia fallida (un poco como el Quijote) que seguramente la parodia se ha utilizado para fomentar una política de desesperación, que confirma la exclusión del territorio natural y real. No obstante, este fracaso para hacerse real y encarnar lo natural es un fracaso de todas estas prácticas porque son inhabitables. Hay una risa subversiva en el efecto de pastiche de las prácticas paródicas, en las que lo original, lo auténtico y lo real también están constituidos como efectos.

Como consecuencia de una performatividad sutil y políticamente impuesta la objetividad es un “acto” por así decir que está abierto a divisiones, a la parodia y crítica de uno mismo o una misma y a las exhibiciones hiperbólicas de “lo natural” que en su misma exageración muestran su situación fundamentalmente fantasmática.

Paradójicamente la reconceptualización de este acto como un “efecto”, es decir, como producido o generado, abre vías de “capacidad de acción” que son astutamente excluidas por las posiciones que afirman que son fundacionales o permanentes. La construcción no se opone a la capacidad de acción; es el escenario necesario de esa capacidad, los términos mismos en que ésta se estructura y se vuelve culturalmente inteligible.

Introducirse en las prácticas repetitivas de este terreno no es una elección, pues que se podría ya estar siempre dentro: no hay posibilidad de que el agente actúe ni tampoco hay posibilidad de realidad fuera de las prácticas discursivas que otorgan a esos términos la inteligibilidad que poseen.

La tarea no es saber si hay que repetir, sino cómo repetir o de hecho repetir y mediante una multiplicación radical hasta desplazar las reglas que permiten la propia repetición. No hay una ontología sobre la que podamos elaborar una política porque las ontologías siempre funcionan dentro de contextos políticos determinados como preceptos normativos, usan y refuerzan las limitaciones, deciden qué se puede considerar inteligible, determinan los requisitos normativos por los que se llega a la inteligibilidad cultural.

(En la economía de esta forma se trataría de parodiar en repetir la reestructuración de nuestra deuda para atraer a la inversión, en estructurar repetidamente nuestra deuda hasta el infinito, como en una parodia en una situación fantasmática, y así siempre tendríamos una forma de atraer a los inversores).

No hay comentarios:

Publicar un comentario