miércoles, 19 de enero de 2011

la diferencia entre moral y ética y la pretensión de universalidad

La diferencia entre estos dos términos "moral" y "ética" lo es por una cuestión metodológica. La ética incluye la reflexión crí­tica acerca de la moral, tiene la concepción de un sistema, se establece como metaética, no se pregunta sólo por lo que ocurre sino por lo que debe ocurrir, incluye una filosofí­a de la ciencia, unos principios lógicos. Ello hace que podamos hablar de ética aristotélica, por su concepción como sistema de ética, así­ como también podemos hablar de ética kantiana, porque se refieren a sistemas de ética. Si embargo, es más pertinente hablar de moral estoica o de moral epicúrea.

En cuanto a vincular la palabra moral a una o varias religiones se suele hacer así­, precisamente porque aunque éstas conllevan un código moral, sin embargo, no tienen esa sistematicidad lógica ni incluye una lógica sistemática, aunque hay que decir que todas las religiones se inscriben en este principio de pretensión de universalidad, y que, hoy dí­a, como una utopí­a, todaví­a las religiones pueden estar abiertas también a una posiblidad de diálogo universal entre religiones, lo cual serí­a deseable.

Pero sí­, puede hablarse, por lo mismo, de ética eclesiástica porque ella misma a través de la historia aristotélico-canónica ha pergeñado un sistema, aunque no se trata de una metaciencia. O se podrí­a hablar de ética budista por la misma razón, porque pertenecen a tradiciones culturales y a sistemas de pensamiento universales.

La pretensión de universalidad que contienen en ellos estos sistemas no es criticable, sino cuanto se decida que ésta está consumada y al estarlo así­ ya no permite más la reflexión crí­tica y, por tanto, no permite una ví­a a la misma pretensión de universalidad que se terminarí­a ahogando. Y esto ocurre con todas las morales que son dogmáticas o que existen dentro de aquellas sociedades en que se imponen como elemento de dominación.

Concebir, por tanto, una pretensión de universalidad -que es el tema que nos trae y he expuesto- conlleva estar abierto siempre al diálogo.

Acerca del principio de universalización como regla ética podría formularse algo desde el punto de vista antropológico y de la evolución. Algo que explicaría también explicaría la paradoja de la cooperación humana, nuestra mente contractual es propia de grupos reducidos, de la época evolucionista en que se formaba el cerebro, por eso hay una disonancia entre los juicios morales intuitivos y los sistemas que hoy generan razones fundadas en principios para nuestras acciones. El antropólogo Levy considera que en la adaptación evolutiva la mayor parte de aquellos con los que interactuábamos eran parientes, por tanto favoreceríamos a nuestros allegados favoreciendo a los con-específicos, pero hoy, en un entorno social en que interactuamos más a menudo con extraños que con allegados, tenemos un sentimiento de benevolencia universal: hay evidencia abundante de que la benevolencia universal ha evolucionado. Sin embargo y a pesar de estas afirmaciones optimistas, no parece que por el momento la evolución nos haya provisto con ese sentimiento de benevolencia universal que nacería de percatarnos de que necesitamos de todos los seres humanos para sobrevivir. Aparte de que la benevolencia interesada tiene sus dificultades para considerarse benevolencia. Hume consideraba que “en la mente de los hombres no existe una pasión tal como el amor a la humanidad, considerada simplemente en cuanto tal y con independencia de las cualidades de las personas, de los favores que nos hagan o de la relación que tengan con nosotros”. Levy considera que podemos recurrir al equilibrio reflexivo (de Rawls) y construir nuestras teorías morales a partir de nuestras intuiciones, en realidad son las intuiciones las que chocan unas con otras, por eso cuando se nos dice que hay que guiarse por las intuiciones, esto tampoco es una solución, lo que hay es que equilibrarlas y modularlas a ellas.

Se ha entendido la “capacidad de reciprocar” en el seno de un grupo humano como la base de legitimidad para el fundamento de muchas leyes y obligaciones legales, para el filósofo Habermas la legitimidad está en la “aceptabilidad racional”, lo cual es otra forma de reciprocidad. Este sería el principio básico del contractualismo, el principio o la base de la legitimidad democrática; creo que los dirigentes que tenemos deben exprimir argumentos de legitimidad para demostrar que este sistema ha perdido su legitimidad en base a que ha perdido su base de racionalidad y de aceptabilidad racional; creo que habrá que discutir bases y principios del sistema, de lo contrario podríamos perdernos con los números, ya vemos adónde nos ha llevado la ciencia y los eminentes científicos, los economistas no han sabido guíarnos y se han ensoberbecido ellos también. Si tenemos un concepto innato de la moral -como dicen algunos autores morales americanos- y un deseo innato de justificar nuestras acciones en términos que otros puedan aceptar libremente es porque esto ha promovido la supervivencia de la especie a lo largo de la historia. Y ha sido en base a principios de reciprocidad, siempre se hacen las cosas esperando una contraprestación racional. Si las cosas han cambiado tan estrepitosamente de la noche a la mañana, se debe plantear una crisis de legitimidad moral de las leyes, y tenemos que promover nuevas bases económicas; los economistas están perdidos porque siguen mirando los números pequeños, y no miran las grandes leyes evolucionistas, que son las que dominan por mucho tiempo. El deber moral de una persona no es sobrevivir, sino vivir bien, de acuerdo con las exigencias de la justicia y con los proyectos de vida que tenga razones para valorar. Como bien decía Kant, si el estado de derecho se basara sólo en las ventajas prudenciales, con ello no habríamos llegado a las fronteras de la moralidad, porque en él no se trataría “del perfeccionamiento moral del hombre, sino del mecanismo de naturaleza”.

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