miércoles, 19 de enero de 2011

la digestión de la obra publicitaria y la doctrina del encierro y del demente

La digestión de la gran obra publicitaria en un paí­s moderno como el nuestro marcado tan fuertemente por las antiguas liturgias del arte oficial, es indicativa del conflicto. Por un lado de la conservación ritual de la sacralización, es decir, del amor dirigido al padre y al pontí­fice, y en tal caso al estado (centralista y descentralizado) dotado de los atributos complementarios de la iconografí­a del estado feudal y clásico romano al que pertenece por sus orí­genes.

Salir de aquí­ ¿es posible? Es decir, ¿es posible salir del ritual litúrgico aprendido? Hoy dí­a pasan desapercibidos los lí­mites de la institución privada y semipública o pública, pero siguen funcionando acorde a unos órdenes parecidos. Desde la iconologí­a yé-yé hasta el circo Holliday incluido, los subproductos de la teatralidad hippy, o la interpretación de los temas universales de los seguros, del gran viaje al paraí­so del ocio, etc., deben ser tomados en cuenta: constituyen bajo el decorado sabiamente elaborado por los gabinetes de la publicidad una representación epifánica del nuevo dogmatismo en el que se sostiene la institución social en su totalidad.

En el señalamiento de estas manipulaciones ejemplares ha sido conducida a eludir la enorme producción publicitaria actual, tan elocuente en sus grandes figuraciones polí­ticas: la creencia sexual y sus clasificaciones, el juego del goce y del castigo, un cí­rculo de clausura donde se encierra el orden. Esta temática está en todas partes. He aquí­ el juego moderno de la institución. ¿Dónde está pues el rebelde hoy dí­a? ¿No está más bien camuflado en este juego en el que el padre ha sido reemplazado por su complejo edí­pico en una especie de "omniscencia" que anuncia la publicidad? y ¿reemplazado por las santas imágenes, siempre la alegorí­a de un santurrón, un catecismo que enumera y recuenta los í­dolos del amor?

El loco o el excomulgado tienen poco que decir en esta sociedad, que los omite, no existen, están bien reducidos en su reclusión perpetua del sistema. El milagro de la sumisión y la ficción perpetua de las máscaras y de las insignias, construyen su arte universal. Volvemos a lo mismo de siempre, las opiniones pueden ser expresadas en una sociedad democrática, casi todo se puede decir, no nos escandalizamos por nada, ¿cuál es entonces la cuestión?

El "teatro cerrado", la doctrina del encierro, ¿no es ésa la cuestión? Y ¿por qué no la vemos? Lo esencial es que el loco proviene de una manipulación del poder, y es esto lo que quiero que se vea y que quede claro. Lo esencial de la doctrina canónica debe señalarse: el discurso de la Ley recupera al loco en una red doctrinal donde se transparentan el temor social que inspira el demente. El ser peligroso del que el glosador jurista hablará lo menos posible (escasez de tratados especializados sobre la locura), y el reflejo de asimilar a ese rebelde extraño en el juego coaccionante del derecho común, que pone orden en todo sujeto. Para lo cual se inaugura en los canonistas una doctrina muy compleja donde se enuncian las grandes definiciones, que prenden al delirante en la red de la teorí­a general de las faltas. Pero a menudo es percibida a través de las penas enviadas desde una "naturaleza" no racional, desde una revelación divina o natural para castigar al género humano por su desorden individual, por su pecado original, como por sus enfermedades y dolores.

La explicación racional de estos hechos los encontramos en una economí­a del poder y de la estructura del parentesco institucional en último extremo. Todo lo que se diga de la institucion encierra una lógica tan estricta que no se puede hablar de ella siquiera. Hablar de ella nos condena perpetuamente al mundo de la locura. ¿Por qué no se habla en vez del temor social que inspira el loco, de otra forma de hacer democracia o de adoptar valores cí­vicos?, ¿por qué nos tenemos que conformar con lo que tenemos?, ¿qué está pasando, merece la pena estar ahí­?, ¿tenemos obligación de aguantar esto o debemos pasar de todo?

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