Como diría Marcuse: "Los citoyens no son ciertamente hombres cualesquiera, sino hombres que son o se han hecho de otra manera".
Por la vía de la "estructura pulsional" este autor habla de la formación de una voluntad racional.
Para Habermas esa lógica de la argumentación o del discurso sería una "lógica pragmática" -más bien que sintáctica o semántica como la estricta lógica formal- que se ocupa de determinar en qué estriba la "capacidad de convencimiento" (Triftigkeit) de los argumentos en orden a la obtención discursiva de un consenso en torno a un juicio dado, donde por "argumento" habría ahora que entender la base o justificación que nos motiva a reconocer como satisfecha la pretensión de validez de dicho juicio, tanto si éste consiste en un aserto como si en un precepto.
Para decirlo en dos palabras, frente a la "monológica" razón centrada en el sujeto, Habermas nos invita a recurrir a una razon dialógica o "razón comunicativa" (kommunikative Vernunft) cuyo ejercicio implica el diálogo entre los miembros de una "comunidad de sujetos".
En cuanto a toda esa crítica sobre la "falsa conciencia", Marcuse intenta superarla así, se vale de la vía de la "estructura pulsional" de la razón para complementar a Rousseau con Freud.
El "ciudadano" es ya el hombre que, en virtud de su razón, de su estructura pulsional, no solamente es capaz de distinguir entre el interés general y el interés privado e inmediato, sino que, en un caso dado, lo es también de actuar en contra de éste mismo.
Pero esta razón tendría que estar siempre "prediscursivamente" dada, en términos marcusianos, si ha de contribuir a la formación de una voluntad que sólo gracias a dicha contribución sea racional. Y eso basta para marcar la distancia que separa a la posición de Marcuse de la de Habermas, haciendo innecesario proseguir aquí el debate.
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