martes, 18 de enero de 2011

los valores culturales inconscientes

Las leyes de organización del mercado y las de trabajo también están todavía determinadas y responden más a valores culturales inconscientes que a los imperativos de la producción. Es una organización favorable a un mercado o un comercio que dispone de una producción industrial en su casa, y de unas colonias que les suministra las materias primas, sierva y guardiana. Si se admite que toda persona tiene derecho al trabajo para satisfacer sus necesidades y su dignidad humana, ¿por qué una parte de la humanidad debe someterse a la voluntad de la otra en cuestiones relativas a la naturaleza de la producción? Así, fabricar armas, mantener o aumentar la contaminación, recargar el mercado de cosas fútiles, son raramente resultados de decisiones reales por parte de hombres y mujeres comunes.Sin embargo, situarse a favor del mantenimiento de la paz, de la salubridad de ambiente, de un nivel de bienes que se corresponda con las auténticas necesidades de la vida, de las opciones humanitarias, siempre cuesta muchísimo.

Se podría pensar que por qué una mujer debe ser despedida en caso de embarazo si rinde lo mismo, o tiene un rendimiento continuado como el mejor. Pues, si la mujer resulta que es una mano de obra excelente -aunque se infravalore su mano de obra y suele ser la mujer madura incluso la más estable-, y por tanto aceptar que se ausente algunos meses para criar un hijo no representa un gran coste para la empresa teniendo en cuenta su rendimiento habitual, y su despido no sería más que un gesto económicamente irracional.

Pero estamos hablando de valores inconscientes y hay mucho miedo también a que las condiciones de privilegio cambien.

Pero trabajar no es sólo ganar dinero. El trabajo tiene un valor humano, individual y colectivo, y trabajar por menor dinero a veces se hace porque cumple o se siente que se está cumpliendo otra función con igual valor y de igual necesidad. Y la valoración social del trabajo podría igualarse a través de otros valores, no sólo el dinero, sino el tipo de trabajo, el modo en que se ejerce, la forma en que el trabajador se relaciona con los bienes adquiridos, el uso que se hace de su persona y de su producto a través de los medios y canales publicitarios, y existen muchos más.

Las mujeres a veces no somos sino los rehenes de la reproducción de la especie. En un increíble gesto de desconfianza se han hecho sospechosas de negarse a preservar la vida el día en que adquieran el derecho a ser ellas.

Y el sexismo es la forma más inconsciente de racismo si cabe. Pero por lo mismo que pasa con las clases trabajadoras o que asumen los puestos de trabajo en el sector servicios de los países de hoy día, no del mundo privilegiado. Que da lugar a multitud de contradicciones antes de desvelarse.

Los ejemplos de irracionalidad en el reparto trabajo-salario son numerosos, cada vez más numerosos, entre la clase política y la clase social y trabajadora, y sin embargo continúan realizándose. Ello supone una forma enmascarada de violencia dentro de lo que pasa por ser un orden social.

Y es posible que no estemos siendo conscientes de muchos de estos hechos, porque todos creíamos que el sueño americano era que podríamos igualarnos al más rico, y por eso no lo envidiábamos, sino lo admirábamos.

Y hoy día sigue siendo apremiante, y lo es incluso más, en la tecnología social de nuestros días, so pena de que ésta se reduzca lisa y llanamente a “ingeniería social”. El problema por tanto no es sólo de las mujeres, también es de los hombres. Es un problema de alienación social, de que vivimos en el marco de la disposición técnica y obedecemos solamente a máquinas y ordenadores, y nuestro análisis a veces no puede alcanzar la visión de la totalidad. Y nos miramos de modo egocéntrico, que es lo que está haciendo Alemania con el resto de los socios europeos.

“Cuando acaban las razones está la persuasión” (Wittgenstein, 1969). Diciendo que esto es erróneo, ¿no nos salimos ya de nuestro juego lingüístico para combatir el de los demás? He dicho que “combatiría” el otro juego lingüístico, pero entonces, ¿no le daría quizá razones?

Entonces el problema de los europeos tal vez tenga que jugar otro juego lingüístico, tal vez tenga que medirse por otro sistema de valoración, o tal vez no, tenga que seguir el juego del mercado.

Pero hay que tener mucho cuidado con los privilegios de ciertas instituciones, porque no van a caer, si algo he aprendido o aprendí estudiando mi carrera de derecho, es que los pilares fundamentales donde se sustenta el Estado y la nación-Estado a través del Derecho, eso es muy difícil que se mueva -y también ahí en el problema de España se podrían encontrar a las instituciones regionales, europeas-. Es un gran problema el que tenemos nosotros. Pero las instituciones nunca caen por arriba, caen por abajo, es decir, caen pero enseguida se pone un sucesor, y casi siempre con un sacrificio por los de abajo. Y el problema es que no acertemos a evitarlo lo mejor posible. El “conocimiento”, incluso en la tecnología social, lo hemos visto con la innovación, es un modo también de crear producción. Pero en cuanto a las instituciones del mercado tendremos que seguir viendo actitudes conservadoras.

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