miércoles, 19 de enero de 2011

Mill y la felicidad

Si como afirma Mill "el único testimonio que es posible presentar de que algo es deseable es que la gente, en efecto, lo desea realmente", el único testimonio que podrí­a presentarse para asegurar que "la felicidad de la humanidad es deseable", serí­a el hecho psicológico de que todo el mundo desea no su propia felicidad únicamente, sino asimismo la ajena.

En este sentido aunque de una manera confusa se indica que "no puede ofrecerse razón alguna de por qué la felicidad general es deseable excepto que cada persona, en la medida en que es alcanzable, desea su propia felicidad".

Si nos atenemos a lo manifestado por Brandt todo lo deseable es en alguna medida deseado (aunque no todo lo deseado sea para este autor deseable) o, si nos adherimos a Ferrater Mora nos encontraremos con que el mundo es un continuo de continuos, de modo que el hiato, escisión o ruptura entre lo que es y lo que debe ser resulta erróneo, falaz y fruto de una epistemologí­a y una axiologí­a defectuosas. (Ferrater Mora, 1979).

Para esta autor y otros importantes todo lo que es deseable o digno de ser deseado guarda relación con deseos, necesidades e intereses humanos más o menos intersubjetivos, más o menos decididos en la intercomunicación y el diálogo.

Los seres humanos según Mill no deciden arbitrariamente o guiándose por intuiciones particulares cuáles son los objetos "esplendorosos del deseo", sino que su competencia viene determinada por su mayor experiencia respecto a las cosas que se reputan como placenteras. Así­, "en relación con la cuestión de cuál de dos placeres es el más valioso o cuál de dos modos de existencia es el más gratificante para nuestros sentimientos..., el juicio de quienes están cualificados por el consentimiento de ambos, o en el caso de que difieran, el de la mayorí­a de ellos, debe ser admitido como definitivo."

Podemos considerar así­ que el significado del término "deseado" del que en Mill se deriva natural, lógica y espontáneamente "deseable", lo es por la razón de que en su filosofí­a ambos términos no son sino la misma cara de una moneda, o dos modos distintos de afirmar lo que desean los seres humanos sensibles, sensatos, imparciales e ilustrados, que son precisamente el modelo al que todos tienden o deberí­an tender.

Aún así­ se plantea la cuestión de poder justificar racionalmente la teorí­a que proclama como "deseable" "la mayor felicidad del mayor número".

La gran cuestión pendiente es la de delimitar hasta qué punto el hedonismo psicológico de Mill es realmente universalista y no egoí­sta, o al menos no solamente, pues el mismo da cuenta de éste también.

El placer o la felicidad, de acuerdo con Mill, es lo que se genera en la contemplación de los intereses sociales, la empatí­a o sympathy, que constituyen una parte importante de nuestras motivaciones y nuestra personalidad, ya que difí­cilmente podemos disfrutar de goce alguno en solitario.

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