Hoy, como ya ocurrió en Nietzsche, quien por así decirlo medió entre el reduccionismo naturalista y la crítica total a la razón del posmodernismo, se acepta con frecuencia la autocontradicción performativa de la argumentación, y aún se cultiva como medio de expresión del filosofar.
Se diría que, tras el fracaso de tantas utopías racionales, en ella reside una nueva fascinación por lo subversivo para los jóvenes filósofos de nuestro tiempo. Pero, precisamente el destino de Nietzsche, a quien se vuelve a invocar con entusiasmo, debería prevenirnos contra la posibilidad de aventurarse de verdad por el camino de la autodestrucción de la razón.
Una crítica coherente de la metafísica deberá evitar desde el principio la crítica "total" de la razón. Sólo le estará permtido, por tanto, criticar lo que la metafísica tradicional tenía de dogmática y de acrítica porque se enunciaba sin reflexionar suficientemente sobre las condiciones de posibilidad de la propia validez. Con esto, estoy retomando el programa kantiano de una filosofía trascendental crítica, que sin duda tendrá que ser transformado mediante la radicalización de su propia idea crítica fundamental. En lo que sigue, quisiera reunir en una teoría diferenciada de los paradigmas de filosofía primera lo que sería una transformación poskantiana de la metafísica en el sentido de la filosofía trascendental. Con ello, se pondrá de manifiesto especialmente hasta qué punto puede ser llamado posmetafísico el paradigma de filosofía primera hoy vigente, en virtud de su superación crítica de los momentos dogmáticos contenidos en la metafísica tradicional (y en la versión kantiana de la filosofía trascendental).
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